El 14 de diciembre, Puebla deberá arribar al tren que le lleve a su siguiente destino y Alejandro Armenta ha lanzado una apuesta muy ambiciosa que podría considerarse el “segundo piso de la transformación”, pero vale la pena preguntarse si ya existe un primer piso.
Es decir, existe la incertidumbre por saber si con la turbulencia política-gubernamental que existió en el último sexenio (paralelo al lopezobradorismo), se logró consolidar este modelo de gobierno en la entidad.
La propuesta de Armenta promete ser una consolidación de dicho estilo, basado en supuestos principios de austeridad, combate a la corrupción y bienestar social. Sin embargo, más allá del discurso, ¿es realmente posible que logre estos objetivos en el contexto poblano?
El éxito o fracaso de la gestión de Armenta no dependerá únicamente de su capacidad de replicar el discurso nacional. Se enfrentará a una sociedad poblana que tiene expectativas concretas y diversas. La inseguridad sigue siendo uno de los problemas más apremiantes en el estado, y la falta de infraestructura adecuada en ciertas zonas como la metropolitana, generan un entorno que demanda soluciones inmediatas.
Es cierto que Armenta ha mostrado un enfoque en temas de justicia social, medioambiente, el campo, la educación, entre otros, pero queda la duda de si podrá generar políticas públicas efectivas que no solo se queden en lo simbólico.
Otro factor importante será el manejo que el cuasi gobernador Armenta haga de sus compromisos con quienes lo impulsaron hacia la gubernatura. Las alianzas políticas y los apoyos de grupos con intereses específicos pueden, en muchos casos, convertirse en obstáculos para una verdadera gestión transformadora.
En su intento de consolidar un “segundo piso” de la transformación, deberá balancear entre responder a las demandas ciudadanas y no defraudar a los actores clave que lo apoyaron.
Sin embargo, si Alejandro Armenta logra imprimir un sello propio a su gobierno, diferenciándose de los Moreno Valle, Gali, Barbosa y de los Céspedes en la ejecución de políticas públicas con base en las necesidades locales, tiene la oportunidad de marcar una pauta distinta. El éxito podría radicar en adaptar el modelo nacional a las particularidades poblanas, en lugar de intentar una copia directa.
Pero la duda se mantiene: desde lo local, ¿hablamos de un primero o segundo piso?