Gobernar dejó de ser vocación para convertirse en negocio. Se volvió capricho, adicción y botín. No se pelea el poder para servir, sino para servirse. La administración pública es la nueva mina de oro con presupuesto, contratos, moches, licitaciones “a modo”, en fin, todo está ahí, para servirse a manos llenas.
Por eso las precampañas parecen guerras sicilianas disfrazadas de democracia. Por eso se matan (literalmente) por una candidatura y una vez con ella hacen lo que sea necesario para “conquistar” las urnas. La meta no es gobernar bien, es llegar y enriquecerse al costo que sea.
La historia ya nos la sabemos, con un desfile de promesas imposibles. Se van y llega el siguiente, no para corregir el desastre, sino para revelarlo como quien exhibe el saqueo del anterior solo para justificar el suyo. Y cuando se pregunta por justicia, ahí entra la Auditoría Superior del Estado, que presume dientes pero muerde aire con carpetas que se acumulan, expedientes sin resolución y sanciones que nunca llegan.
Luego viene la parte de las negociaciones. Desde arriba baja la instrucción de aprobar cuentas públicas a cambio de favores políticos, lealtades electorales o simple silencio. Todo lo anterior sin importar el partido al que se pertenezca. Encuentran la manera de perdonarse entre sí, siempre y cuando nadie mueva el piso donde todos están parados.
Pero algo, dicen, podría cambiar en Puebla.
El gobernador Alejandro Armenta golpeó la mesa y les “leyó la cartilla” a los 217 alcaldes para que no buscaran su intervención, que no pidieran palancas, que la rendición de cuentas no es capricho sino obligación y que ni por ser del mismo partido van a encontrar cobijo.
Si el gobernador reveló que le han pedido ayuda para aprobar cuentas, es porque buscaban que la ley fuera una sugerencia y no un límite.
¿Será esta vez diferente?
¿Realmente se acabará el pacto de impunidad entre gobiernos municipales y el poder estatal?
Lo cierto es que si el gobernador cumple su ultimátum, Puebla estaría a punto de romper una tradición vieja que se enraizó con los gobiernos del PRI y del PAN y que se traduce como la historia de aquellos funcionarios que nunca rinden cuentas y nunca pisarán la cárcel.