Todos los días, y en todas partes, nos encontramos con personas rotas, es decir, aquellas que sufren lo que solo ellas saben por haber querido mal, por haberse equivocado en la elección de su pareja y por sus defectos personales. Ah, si tan solo se pudiera regresar el tiempo como se borran los párrafos y documentos enteros en una computadora sin que nadie lo note, sin hacer daño a nadie. Pero la vida es real, no virtual.
Por otra parte, cada día aumenta el número de casos de hombres que sufren terriblemente por la ruptura de su familia, y porque normalmente se suele privilegiar la situación de las mujeres en los divorcios.
Sin embargo, en algún lugar leí que nada de lo que existe es inútil, y pensando en ello estoy convencido de que nuestro pasado, por muy erróneo que haya sido, deberá servir para cosas buenas. Aquí lo importante es saber usar las hojas caídas junto a la raíz del árbol.
Cuando un deportista se ha lastimado severamente, no ha de olvidar sus lesiones y, por lo mismo, no deberá volver a jugar como antes lo hacía. Sin embargo, y partiendo del principio de que nadie tiene derecho a renunciar a ser mejor, no deberá darse por vencido y, viendo su pasado con objetividad, convendrá que se esfuerce en seguir siendo útil para los demás, enseñándoles a vivir respetando el reglamento, como lo hacen tantos. De esta forma se puede pasar de jugador derrotado a entrenador de campeones.
Aquí no cabe el ya no juego o el buscar a quienes habiendo caído en los mismos errores forman equipos de ruido para silenciar sus conciencias rechazando los valores en los que antes creían, pensando que es imposible mantenerse limpios en ambientes donde el adulterio es aceptado.
A lo largo de los años he podido encontrar muchos hermosos y heroicos casos de mujeres y hombres quienes, habiendo quedado destrozados por el rompimiento de sus matrimonios, lucharon, y luchan, por sacar adelante a sus hijos formando en ellos a los hombres y mujeres que, levantándose también de las ruinas de un hogar destruido, no se han dado por vencidos, y buscando la ayuda de quienes saben exigirles y así recomienzan, una y otra vez, manteniendo sus principios.
Personas rotas
- Columna de Alejandro Cortés González-Báez
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Alejandro Cortés González-Báez
Monterrey /
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