La semana pasada escribí aquí que las campañas anticipadas se están haciendo con cargo al erario y sin transparentar. Muestra de ello es lo que ocurre con las “bardas de la transformación” que las llamadas corcholatas de Morena se disputan por el país, sin aclarar quién las paga y de dónde salen los recursos.
Los mexicanos llevamos meses viviendo entre muros con Claudias, Marcelos y Adanes. Y con uno que otro Monreal, Noroña y Velasco plasmados en paredes. Nombres, logos y hasta la silueta del aspirante.
Esas bardas no son gratis. Cuestan y mucho. Pero en Morena nadie sabe y nadie supo cómo es que llegaron ahí. Ninguno de los aspirantes presidenciales las reporta al partido entre sus gastos semanales.
Las bardas no solo demuestran la vanidad de quienes quieren ser candidatos presidenciales, sino la opacidad con las que se publicitan. Se pagan en efectivo, solicitando no generar facturas y motivando la comisión de delitos para garantizar que sean pintadas y permanezcan ahí.
Esta noche en MILENIO Tv presentaré cómo es que esas bardas no se pintan solas. Quienes hacen la chamba revelaron que el costo de cada barda es de entre 500 y mil pesos, dependiendo el tamaño. Eso sí, es precio de mayoreo, pues la tarifa solo aplica si se contratan más de 20.
El costo incluye pintura, mano de obra y el soborno a policías, franeleros, vecinos o trabajadores de la zona para que cuiden que nadie pinte otra cosa ahí o, de ocurrir, les avisen para que acudan de inmediato a colocar de nuevo la imagen contratada. Así, el aspirante tiene garantía de que su barda tendrá su nombre al menos 15 días.
Los tratos que estos pintores ya tienen con quienes les piden promover a alguna de las corcholatas incluyen hasta 15 mil bardas en todo el país. Echémosle cuentas: 500 por 15 mil son 7 millones 500 mil pesos. Se los cobran cada 15 días para garantizar que no pinten nada encima y hasta se las retocan.
El tope de gastos que Morena puso a sus corcholatas es de 5 millones de pesos. Tan solo con las bardas tres de ellos ya lo superarían por mucho, pero se justifican deslindándose y diciendo que no gastan en eso, que la gente las pinta para apoyarlos, pero las bardas son iguales o muy similares en tipografía e imagen y hasta forman parte del catálogo de quienes cobran por pintarlas.
La semana pasada el INE determinó que los promocionales, como las bardas, podrán ser sujetos a revisión de gastos. ¿Logrará documentar quién las paga y a cambio de qué?