En el Recuento de los daños de la semana pasada me preguntaba sorprendido cómo es que nadie se percató del desplazamiento y almacenamiento de los casi 20 millones de litros de combustible de procedencia ilícita que fueron asegurados en Ensenada, Baja California, y Tampico y Altamira, Tamaulipas, destacando que ambos aseguramientos representaban un cambio en la estrategia de combate al robo de combustible.
Escribí con ingenuidad que la novedad no era el atraco, sino el combate al mismo. “Pues de llegar a todos los responsables podría destapar toda una cloaca”. Pero no parece que eso vaya a ocurrir. Al entramado criminal se sumó Guaymas, Sonora, pues el barco petrolero involucrado en lo de Ensenada pasó posteriormente por ahí. Ya hay algunos funcionarios destituidos, pero nada se ha dicho de detenidos. El barco siguió navegando sin que hasta hoy se reporte su aseguramiento. Lo mismo que con otro barco involucrado en lo de Tamaulipas.
Personas con conocimiento en el sector me explicaron que el arribo, desplazamiento y almacenamiento del combustible robado es infinitamente mayor a esos escasos 20 millones de litros asegurados que para muchos, yo incluido, parecían una monstruosidad.
De acuerdo con el Inegi, el promedio diario de consumo de gasolina Magna en el país supera los 500 mil barriles diarios, equivalentes a más de 79 millones de litros. La Premium tiene un consumo superior a los 130 mil barriles diarios, que equivalen a 20 millones de litros. Mientras que de Diesel, México consume en promedio 380 mil barriles al día, superando los 60 millones de litros.
Así es que esos 20 millones de litros asegurados no son ningún gran golpe al huachicol que opera en esa modalidad. Tampoco implican una recuperación multimillonaria para Pemex, que calculó el valor de los aseguramientos en más de 430 millones de pesos, apenas 0.09 por ciento de los 436 mil 633 millones de pesos que la empresa vendió en 2024.
Como lo expuse la semana pasada, el mayor robo se comete de manera contable. El llamado huachicol fiscal, que implica producir más de lo que se reporta y vender en el mercado negro nacional o internacional el excedente. Algo que beneficia a unos cuantos y perjudica a millones, desde los trabajadores de Pemex que reciben menos utilidades y el resto de mexicanos que financiamos a una empresa endeudada con fugas de capital incuantificables.