La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) carga una piedra que le impide ejercer sus atribuciones. Que no ve, no escucha, no siente. Inerte como roca ante lo que se le ponga enfrente.
Ejemplos hay muchos desde que su presidenta asumió el cargo en medio de gritos y empujones en una controvertida sesión del Senado.
La piedra que carga la CNDH fue evidenciada nuevamente con el pronunciamiento que hizo sobre el espionaje que sufrió el subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, con el malware Pegasus.
La CNDH se refirió al hecho como información que ha trascendido en medios de comunicación sobre “presunto espionaje”, ignorando que el Citizen Lab de la Universidad de Toronto fue el que realizó un peritaje forense y detectó que el celular del subsecretario Encinas fue efectivamente infectado. Es decir, sí lo espiaron.
La CNDH argumentó que en casos anteriores ha emitido recomendaciones, aunque ninguna de ellas al Ejército. Ha pedido que “exista regulación jurídica para la adquisición y uso de tecnologías para la vigilancia, intervención y recolección de datos de personas en territorio nacional”, en lugar de exigir que no se utilicen sin órdenes judiciales, como sí lo exige la ley.
La CNDH evidenció la piedra que carga al exponer que abrió una investigación en los últimos meses y no encontró “elementos que presuman que el gobierno federal, o alguna entidad del mismo, se encuentre actualmente utilizando el sistema Pegasus, ni realice espionaje”. No vio los documentos del Ejército mexicano que confirman que recientemente contrató Pegasus. Ni se inmutó con que la empresa que lo vende: NSO Group, solo lo comercializa a gobiernos. Tampoco usó el sentido común para intuir que al único que le interesaría espiar al subsecretario Encinas es al Ejército, y no necesariamente por su revisión del caso Ayotzinapa, sino por la Comisión de la Verdad sobre la Guerra Sucia en la que el Ejército cometió crímenes y violaciones graves a derechos humanos.
Bastaría recordarle a la CNDH que el Ejército de ahora es la misma institución que ha señalado anteriormente de ejecuciones extrajudiciales, tortura, uso excesivo de la fuerza y otras violaciones graves a derechos humanos.
La CNDH remató llamando “muy respetuosamente”, eso sí, “a los involucrados a aportar todos los elementos con que cuenten para que se trasciendan las especulaciones y se investigue debidamente”.
¿Sabrá la CNDH que así deja la carga de la prueba en las víctimas del espionaje? ¿O solo es la piedra que le impide ver?