Permítanme, estimados lectores, abusar de su confianza y utilizar su calculadora para salir de dudas: dividan 128 entre 3 y multipliquen esa cantidad por 2. Tendrán frente a ustedes la cifra exacta de dos terceras partes de 128. ¿Verdad que da 85.3333333? Sería muy cómodo redondear la cifra a 85, pero entonces ya no serían las 2 terceras partes de 128.
Mientras Morena y sus aliados en el Senado amenazaban, o veían cómo “convencer”, a uno de los 43 senadores de oposición para alcanzar los votos necesarios para aprobar la reforma constitucional al Poder Judicial, sus líderes querían eliminar el .3333333 de las dos terceras partes de los 128 integrantes de la Cámara para argumentar que la podían aprobar con sus 85 senadores.
Tanto criticaron a la oposición por querer reinterpretar la Constitución con lo de la sobrerrepresentación y cayeron aún más bajo con esto de “redondear” la cifra, como calificaban en la escuela. Sus profesores les pondrían cero.
Vaya manera de despedir a un gobierno tan popular y recibir a uno que obtuvo la votación más amplia de la historia. Dirán que por eso lo hacen, que el pueblo decidió y que ahora deben cumplirles. ¿Sea cómo sea? ¿Haiga sido como haiga sido?, diría el clásico.
Si bien la mayoría de los electores votó por Morena y sus aliados, hubo otro porcentaje que eligió otros proyectos y uno más que ni siquiera acudió a las urnas.
Además, en ninguna boleta municipal, estatal ni en la presidencial se incluyó la reforma judicial como opción. Es cierto que era parte del proyecto, pero cuando salieron a encuestar a la ciudadanía encontraron que 80 por ciento ni siquiera sabía de la iniciativa. Y aunque a 60 por ciento le pareció buena idea eso de elegir a los jueces por voto popular, no se le explicó cómo se les preseleccionará.
Ninguno de esos millones de votos obtenidos o porcentajes de simpatía representan la totalidad del pueblo de México, que lo que quiere es un mejor país, más justo, en el que los tres poderes respondan a los intereses de la ciudadanía y no a los propios. Claro, un México con justicia, donde el Poder Judicial, empezando por las fiscalías, sea competente, libre de corrupción, ajeno a intereses, dedicado a procurar e impartir la ley.
En conjunto con los otros partidos, la academia y el Poder Judicial podrían preparar una reforma que sí responda al pueblo de México. Vale más la pena el esfuerzo que el de hacer cuentas para transformar .3333333.