Jugar de local siempre tendrá una ventaja. Más si la popularidad del equipo es tal que llena el estadio con una afición completamente entregada, que vitorea cada una de sus jugadas y abuchea las actuaciones del equipo contrario.
Qué difícil ser árbitro en tal situación. Cuando cada falta señalada a los locales es reclamada por ellos y por su afición. Cuando insisten en que se marque penal cuando no lo hay o se reclama si se lo marcan al equipo de casa.
Ni qué decir de las expulsiones. Los visitantes acabarían sin jugadores si el árbitro concediera cada una de las peticiones de los locales y de su público.
Por supuesto que los árbitros también se equivocan. Hay registro de que se han coludido con los equipos. Muchos no ven los penales que sí son penales o marcan los que en definitiva no eran. Han expulsado a jugadores sin motivo y anulado goles de forma errónea.
Pero qué sería de los juegos sin árbitro. O, peor aún, qué pasaría si se les ignora. Las faltas no serían faltas, los penaltis aplicarían solo para el que tiene el respaldo del público y ninguno de los equipos aceptaría expulsión alguna.
En México, Morena, sus legisladores y gobiernos, incluido el federal, juegan de local. Con el respaldo de la mayoría, más no la totalidad de la ciudadanía. Su afición reclama al unísono cuando creen que un penal no es penal, cuando creen que una falta no es una falta y no ven posibilidad alguna para que les anulen un solo gol.
La Suprema Corte de Justicia es el árbitro al que ya no quieren hacerle caso. Con el equipo de casa y la afición en contra. Pero el visitante a su favor. Es verdad que en ese equipo ahora juegan miembros del Poder Judicial, como jueces, magistrados y hasta algunos ministros. También cabe uno que otro jugador de los partidos de oposición. Ese equipo también tiene afición, pero no alcanza a llenar estadios y sus reclamos son insuficientes.
Hasta que el árbitro no cambie o se elimine, la Corte sigue siendo la autoridad en la cancha. Y ambos equipos deben acatar sus resoluciones. Como la que se propondrá esta semana para invalidar partes de la reforma al Poder Judicial, garantizando que se queden los que llegaron por mérito y se sometan a elección los que llegaron por propuesta presidencial y nombramiento legislativo. Una resolución equilibrada. De un buen árbitro. Pero al que el equipo local, con el respaldo de su afición, pretende ignorar.