La información ha sido una pieza clave durante la pandemia.
No es casualidad, amigo lector, que tengamos conferencias de prensa diarias del gobierno federal y estatal (y de algunos municipales), donde se habla de los avances del virus y de la forma de enfrentarlo. Y aunque muchas veces no tienen nada que decir además de los números de contagios y muertes, salen a “informar” a la comunidad. Buena o mala, es la información que tenemos a la mano y en la que tenemos que confiar.
¿Debemos confiar en la información a ciegas y sin cuestionarla?
Desgraciadamente, y lo digo con dolor y culpa, a causa de que los periodistas y divulgadores científicos no hemos hecho bien el trabajo, la población no tiene muchas herramientas ni elementos para cuestionar lo que se informa de manera oficial.
Durante mucho tiempo he participado en publicaciones y esfuerzos informativos de divulgación científica, sobre todo en el tema del calentamiento global, pero también he realizado esfuerzos en otros temas, siempre tratando de transmitir lo que el científico logró o encontró, ni más ni menos.
De manera que me incluyo al afirmar que la pandemia revela el fracaso del trabajo de los divulgadores de la ciencia (algo que por cierto ya comentó Sergio de Régules), pero además quiero agregar que el periodismo en general también puede sentirse fracasado. Me explico.
Por un lado es terrible que la población, cuando menos la mexicana, no tenga elementos para entender información de ciencia simple y clara. En el momento en que alguien utiliza un par de palabras técnicas, es descalificado como si tratara de engañar al público. No hay respeto por las trayectorias, no hay noción de quiénes son los especialistas adecuados para cada tema. Aquí podríamos decir que los divulgadores no han sido capaces de llegar a las grandes audiencias y sacudirles un poco la ignorancia.
Hay gente en las calles que no “cree” en el virus. Que piensan que es un invento del gobierno. Según un estudio de la Universidad Popular de Puebla, quienes no “creen” en el virus tienen un bajo nivel escolar. Eso no puede extrañarnos.
Pero también están lo que aceptan teorías de conspiración mundial y son más letrados y conectados. La sobreinformación los hace dudar y, al parecer, experimentan una satisfacción especial en saber que tienen información privilegiada, especial, que nadie más tiene y que explica la realidad que se vive: una conspiración…
La educación es clave para entender información. Lo que nos recuerda que en México la educación médica es especializada, muy exclusiva y poco compartida. No tenemos programas sobre medicina en secundaria y la preparatoria, cuando mucho se estudia anatomía. No sucede lo mismo con las leyes, matemáticas, literatura o la biología, donde los programas son más completos. Los médicos siguen manejando su conocimiento con el hermetismo de una cofradía.
Pero la medicina es una ciencia y se debe cuestionar para mejorar. Y la pandemia no ha permitido los cuestionamientos. No muchos. El proceso de la pandemia no se ha podido cuestionar adecuadamente por falta de especialistas, espacios, tiempo y foros para hacerlo.
Y no podemos dejar de mencionar las redes. La información nunca estuvo tan cerca como ahora, pero está más lejos que nunca de la verdad.
La semana pasada me compartieron un video donde Dolores Cahill, una científica reconocida (verifiqué), asegura que la pandemia debió tener otro tratamiento y que no deberíamos tener encierro ni usar cubrebocas.
Luego me enteré que videos como ese están siendo borrados de YouTube y de Facebook porque van en contra de lo dictado por la Organización Mundial de la Salud. Las plataformas son los editores científicos que deciden cuál información es buena y cuál no, increíble.
¿Se trata de censura o de un ingrediente de la conspiración?
La información hoy más que nunca debería fluir por los canales más limpios y reales, debería ser confiable y tener foros de cuestionamiento para mejorar, pero estamos lejos de eso y sí, de alguna forma fracasamos en esta misión, porque a estas alturas no debería existir tanta desinformación y tantas dudas… o usted, ¿qué opina?
alejandro.gonzalez@milenio.com