"Historias ordinarias de corrupción": un espejo de los ciudadanos en NL

  • Columna de Alejandro González
  • Alejandro González

Monterrey /

Chilo tiene 43 años de edad. (…) Hace algunos años trabajó en una empresa que importaba y exportaba mercancías en general. Gracias a ese trabajo conoció muchos lugares de la República Mexicana (…) Cada vez que Chilo salía, la empresa le proporcionaba gastos de pasajes o gasolina, viáticos para hospedaje y comidas. Como en general su forma de vida era muy austera, podía gastar muy poco de los viáticos que le daban. Pero en las taquerías y puestos donde comía no le daban comprobantes. O si encontraba un alojamiento vecinal (un cuartito) o se quedaba con algún amigo que lo invitaba, tampoco podía entregar un recibo de gastos, mucho menos una factura.

“La empresa le pidió que regresara de cada salida con sus gastos bien comprobados, que comiera en cafeterías o restaurantes que le dieran recibos o facturas con el IVA desglosado. Así fue como un buen día, en un viaje de autobús, conoció a don Pepe, que le ofreció notas y recibos para comprobar sus gastos.

“Cada vez que fue posible, Chilo metió los recibos cubriendo los viáticos que le daban, pero reportando gastos que no hizo en realidad. Cuenta que nunca tuvo un problema, el contador lo felicitaba por llevar sus notas y cada vez que pudo, ahorró en el viaje y reportó lo más que podía con las facturas y recibos…”.

El relato anterior es un fragmento de Sociología y antropología de la corrupción, historias de corrupción ordinaria en Nuevo León, un estudio realizado por el investigador social Víctor Zúñiga y un gran equipo de trabajo, donde recopilaron 50 historias cotidianas de corrupción entre ciudadanos. Hay que señalar que el trabajo incluye casos dentro de los gobiernos, pero también dentro de las empresas.

Las historias están narradas de manera anónima y los nombres y lugares fueron cambiados para conseguir la mayor sinceridad en los relatos, es decir, sin afán de hacer una denuncia, se explican los métodos y formas de operación de la corrupción en múltiples niveles.

La investigación la encargó el Consejo Cívico de las Instituciones para conocer la corrupción de manera más íntima, el lenguaje que usa, las situaciones y los lugares, la idea es conocer mejor el fenómeno para tratar de combatirlo.

En las conciliaciones y recomendaciones finales, los investigadores encontraron que:

“Lo que es revelador en este ejercicio es que hay un déficit moral, una laguna en la formación moral, porque persiste una serie de equívocos éticos que sirven de fuentes que preservan la corrupción ordinaria. Dicho de otro modo, el problema es de fondo, no de forma.

“Es muy sencillo, en México, indignarse, rasgarse las vestiduras por los hechos vinculados a la corrupción extraordinaria, la que cometen los grandes y poderosos (…) En contraste, es mucho más complejo sentir y expresar esa indignación cuando se trata de la corrupción ordinaria, porque es ésta en la que participamos muchos ciudadanos o nuestros familiares y amigos de manera cotidiana. Es aquí en donde sale a flote el déficit ético”, reflexionan los investigadores del trabajo.

La investigación es una joya de nuestro tiempo. En otra ocasión comentaremos aquí las siete recomendaciones que derivan del trabajo. Bien por el Consejo Cívico de las Instituciones que escarbó en el pantano.

Y dicho sea de paso, necesitamos información como esta y más amplia de los ayuntamientos y gobiernos para poder combatir la corrupción. No hay forma de acabar con un mal que no se conoce, que no se mide, es lo primero que necesita la Cuarta Transformación… o usted, ¿qué opina?

alejandro.gonzalez@milenio.com




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