Millonario pero pobre

  • En Corto
  • Alejandro Maldonado

Edomex /

Recuerdo ese buceo en Acapulco hace alrededor de 30 años. Mientras nos dirigíamos al lugar a donde se hundió el barco mercante argentino “Río de la Plata” en 1944, conversaba con el viejo y experimentado “dive master” con el que haría una inmersión al interior de la nave. Entonces surgió el tema de Howard Hughes, el hombre más rico de su época, quien previo a su muerte se alojó en el hotel “Acapulco Princess”. Me contó que le tocó acompañar a un técnico laboratorista para extraer una muestra de sangre del famoso pionero de la aviación, empresario y productor de cine. Lo que me dijo a continuación se me quedó grabado en la memoria: “Fue una experiencia horrible. Howard Hughes vivía al interior de una especie de campana de oxigeno, rodeado de un séquito de fieles asistentes. Tenía la barba, el cabello y las uñas crecidas. No permitía que nadie lo tocara”. ¿A qué le temía el millonario? le pregunté: “a la muerte; tenía mucho miedo de morir”.

Hughes fallecería el 5 de abril de 1976 abordo de un avión mientras era trasladado de Acapulco a un hospital en Houston. Tenía 70 años, pero su estado físico era tan deplorable que fue necesario identificarlo mediante sus huellas dactilares.

¿No es de llamar la atención? El hombre que podía comprarse literalmente lo que quisiera en el plano material, no tenía acceso a la la paz ni a la tranquilidad en su interior. Y es que sin importar nuestra raza, nacionalidad o nivel económico, educativo o cultural, todos somos pecadores destituidos de una relación con Dios (Romanos 3:23), y eso impacta nuestra existencia de una manera inimaginable aquí y por la eternidad.

La palabra “pecado” nos incomoda, pero Dios sabe que ese es nuestro principal y más grave problema. En su inmensurable amor por nosotros, dio a su único hijo, Jesucristo, para que en la cruz tomara sobre sí mismo mis pecados y los tuyos, recibiendo nuestro respectivo juicio y castigo, a fin de reconciliarnos con Dios.

Jesús es el “Príncipe de Paz”, Isaías 9:6. Solo a través de la fe depositada en él y nadie más, podemos tener una relación con Dios, aquí y por la eternidad.

Ven a él. Reconoce tu condición perdida, y pídele que te perdone, salve y venga a morar a tu corazón. Jesús no te rechazará ni desamparará. Te ha estado esperando porque te ama.


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