Nicholas Balboa salió a pasear con su perro la madrugada del jueves 24 de junio. De pronto sintió que el piso se movía y pensó que se trataba de un terremoto. Entonces corrió hacia el lugar a donde se derrumbó el edificio de apartamentos “Champlain Towers” cerca de Miami Florida, y escuchó los angustiosos gritos de un menor pidiendo ayuda: “¡Por favor, no me dejen! ¡Por favor no me dejen!”.
Las imágenes parecían salidas de una película de terror. Cuando se acercó al sitio de donde provenían los gritos, pudo observar a un menor moviendo las manos. De inmediato intentó calmarlo, y junto con otra persona que también acudió a la zona y luego con los bomberos que llegaron, procedieron a remover los escombros y a liberarlo. “Rescate milagroso”.
Una persona que “por casualidad” llegó al lugar justo cuando más se necesitaba. ¿Sabes? Dios escucha los lamentos de nuestro corazón. Hay “edificios” que se derrumban en nuestras vidas y nos aplastan dejándonos atrapados y sin esperanza. Un matrimonio que se viene abajo; el diagnóstico de una enfermedad que nos aterroriza; la perdida inesperada de un ser querido; el empleo perdido luego de años de esfuerzo y sacrificio; un hábito o adicción que nos destroza mental, física y emocionalmente; una culpa que nos roba el sueño, etcétera.
De pronto nos encontramos tratando de respirar en medio del polvo de nuestros escombros. Agitas las manos, y quienes te rodean piensan que saludas, cuando tu corazón roto solo clama por ayuda. Quizá se te han acabado las lágrimas y también las palabras. Quieres darte por vencido. Pon atención. Dios está más cerca de ti de lo que imaginas.
Él te escucha. Te creó; te conoce; te ama, y quiere salvarte. Él envió a Jesucristo en tu rescate. Él llevó ya tu pecado sobre si mismo en la cruz del Calvario. El precio de tu paz está pagado. Jesús viene a buscar y salvar al que se ha perdido, Lucas 19.10. “Los sanos no necesitan médico, sino los enfermos”, dijo Jesús en Mateo 9.12.
Puedes venir confiadamente a él y pedirte que te salve. Puedes pedirle que venga a morar a tu corazón. “Clama a mí, y yo te responderé”, promete el Señor. Hazlo y confía en él. No te dejará ni desamparará.
Alejandro Maldonado