Vacíos

  • En Corto
  • Alejandro Maldonado

Estado de México /

Imagina una pareja que llega al altar cargando y arrastrando un montón de maletas. Luego de pronunciar sus votos, con dificultad se besan por causa de los bolsos de mano y los “back pack”; pero no dejan de sonreír y posar para las fotos del recuerdo.

Desde la “luna de miel” hubo cosas que les disgustaron. Al regresar al hogar, ambos empezaron a abrir todo el equipaje que llevaban desde la ceremonia nupcial. La sorpresa fue que cada pieza, ya fuera grande o pequeña, estaba vacía. La esposa esperaba que conforme el matrimonio avanzaba, él llenara sus maletas; pero lo mismo ocurría con el marido, quien esperaba lo mismo por parte de ella.

Las emociones y la pasión comenzaron a menguar; la monotonía encontró amplio acomodo; los detalles que alguna vez se tuvieron acabaron por ser olvidados. Además, surgieron episodias de conflicto y frustración que se volvieron frecuentes. Ambos llegaron a pensar que se habían casado con la pareja equivocada. Los defectos que veían uno en el otro superaban con creces los motivos que los llevaron a enamorarse.

El matrimonio no es fácil de sostener, y sin la ayuda divina puede derrumbarse con suma facilidad. Y es que, aparte de “las maletas vacías”; está la condición del corazón: Heridas profundas, secretos largamente guardados, amarguras, rencores, adicciones, egoísmo, deseo de control, orgullo, celos, ira, mentiras, fracasos, vergüenza y culpa, entre otras muchas cosas.

El matrimonio no es un diseño humano. Fue concebido por Dios para ser consumado entre un hombre y una mujer. Ocurrió así desde el Edén con Adán y Eva. Pero tan pronto inició la desobediencia hacia Dios, -pecado-, el desastre se hizo presente.

Es un error pensar que alguien o algo llenará nuestro vacío, e irá llenando “las maletas”. Todos los deleites de este mundo son temporales, y cuando se llevan a cabo en contra de los mandatos divinos, resultan además altamente costosos y destructivos.

Todos necesitamos de Dios. Todos hemos pecado, y requerimos individualmente perdón, restauración, liberación y salvación. Eso solo te lo puede dar Jesucristo. Él vino en nuestro rescate derramando su sangre y dando su vida por nosotros en la cruz. Arrepentirse, creer en él y seguirle es la clave. Pídele que te perdone y venga a morar a tu corazón. Jesús te ama como nadie más.


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