El arte y las “faltas graves a la moral”

Ciudad de México /

Supongo que en un Estado que aspira a la perfección moral, que piensa en términos reduccionistas en el “bien” y el “mal” como espectros antagónicos y absolutos de la conducta humana, debe existir un arte “del bien”, un arte correcto, con artistas correctos: que miren y sancionen desde una posición superior y privilegiada la descomposición no sólo del mundo y de las artes, sino de los artistas mismos. Supongo que piensan (los operarios culturales de ese Estado “idílico”) que la relación entre obra y artista es indisociable y nada arbitraria, y que, entonces, de individuos “monstruosos” (según sus propios términos) no podrá salir nada que merezca la pena de la atención del pueblo, tan ávido de bondad como nunca. Supongo que piensan en una comunidad artística buenaonda, de ciudadanos y humanos modelo, con impecables perfiles en Twitter: gente lista para crear sin arrebatos emocionales ni errores, salvo aquellos que puedan encontrar justificación en ese páramo digital donde todos pueden ser censores utilizando la vara de su desprecio. Supongo que piensan que el artista debe portarse bien para crear obras dentro de los límites de lo “aceptado”, de lo que suponen “lo correcto”; límites que sí, han llegado a cotas inimaginables –hasta hace unas décadas– de tolerancia, inclusión y visibilización de las minorías, pero que no dejan de tener la función de regular, controlar lo que pensamos y lo que consumimos en materia cultural, lo cual debe hacer eco (según ellos, creo) en el lado “correcto” de la agenda de la indignación y aportar a la construcción idílica de un Estado moralmente intachable, con ciudadanos y artistas buenos y conscientes del mundo y sus tribulaciones. Pórtense bien, sean buenaonda y escriban bonito, pues.

@eljalf

  • Alfonso Valencia
  • @eljalf
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