Supongo que un común denominador del modo en el que solucionamos ciertos problemas es el siguiente: en una institución equis, se consume goma de mascar con regularidad. Y solo cuatro personas llevan a cabo esa desagradable y desconsiderada acción de pegarla debajo de las mesas.
Despegarlas es complicado y quita tiempo al personal de limpieza. Entonces, la institución, en lugar de generar una campaña informativa para evitar que esa práctica se replique entre más miembros de la comunidad, o en lugar de generar políticas punitivas efectivas que desincentiven esa acción, decide prohibir la venta de goma de mascar, probablemente negando un inocente placer a la mayoría.
El ejemplo, real de mi secundaria, ilustra el modo en el que muchas veces el poder reacciona a problemas que francamente son generados por un grupo muy reducido de la sociedad. Pongamos: era común que juniors utilizaran avenidas de cualquier ciudad para correr los deportivos comprados por sus padres, o que un irresponsable se estampara en vías de baja velocidad.
La respuesta, quiero pensar que lógica, era multarlos o ejecutar cualquier cosa estipulada en algún reglamento, no condenarnos a todos a pasar topes cada 100 metros. Unos chicos fresas se ponen una borrachera en un autobús de pasajeros rumbo a Cuernavaca, y por alguna razón uno de ellos muere en el trayecto y ahora nadie puede viajar con botellas en el autobús, como si todos soñáramos con emborracharnos en un Futura o un ADO.
Basta un grupo minúsculos de vecinos que utilice los botes de la calle como tiraderos de basura doméstica para que, sin pensar en el beneficio de la mayoría, se quiten y ciudades como la nuestra no tengan dónde depositar la basura en la vía pública.
Y es que supongo que esas reacciones ante pequeños detalles de nuestras ciudades cualquiera generan la ilusión de que algo se hace ante los “problemas”, cuando la vía debería ser la educación y la amplia comunicación de políticas que, a la larga, nos benefician a todos. Sé que es posible deshacerse de los topes, del acaparamiento de la vía pública, de los semáforos, tener políticas más responsables respecto a nuestra basura y calles más limpias, etcétera... Pero supongo que educar para el vaporoso futuro es menos redituable que mantenerse en la tensa calma del equilibrio caótico de nuestras ciudades cualquiera.