Lo que esperamos es que estén a la altura de nuestras expectativas. De nuestros sueños y ambiciones tanto personales como colectivos. Quisiera creer que la consolidación del cambio está en el auténtico combate a la corrupción, al nepotismo y al capitalismo de cuates: que se vuelva realidad la redistribución de la riqueza. Está claro que en un sistema capitalista no todos pueden ser ricos, pero es necesario que alguien se preocupe por mejorar las condiciones de quienes trabajamos para ellos, y que procure nuestros derechos y bienestar. La gran deuda de la 4T es aún con la clase media trabajadora, con el contribuyente promedio. Ojalá que el gobierno de Sheinbaum empodere a la clase media y que el indicador sea que los ricos (los de verdad) no vean sus fortunas absurdamente aumentadas como pasó durante el primer sexenio de la 4T (Carlos Slim: +50%; Germán Larrea: +125%). Que se apruebe la jornada reducida y se busque legislar la integración universal justa de quienes trabajan bajo esquemas contractuales de renovación corta que les limitan prestaciones básicas, la organización sindical y los condenan a la incertidumbre.
También creo que es fundamental que el nuevo gobierno impulse de verdad la idea de la comunidad. Para lograrlo es necesaria la educación del ciudadano en términos del espacio público y lo comunal. El ciudadano promedio, en un proceso de consolidación de un nuevo régimen, necesita comprender su papel fundamental en el cuidado y conservación de las ciudades, del mobiliario y espacios públicos. Si hemos de conservar la idea fundamental de la transformación de que el pueblo es esencialmente bueno, será momento de que éste lo demuestre, sobre todo en las ciudades, donde reina la incivilidad y el apropiamiento del espacio público, la lógica absurda del yo primero y una falsa idea de comunidad que raya en el clasismo y el racismo.
Creo que, ahora más que nunca, la clase política debe enfocarse en combatir los problemas auténticos de la comunidad en vez de concentrarse en mantener el poder, pues el revés de una política centrada en la preservación del poder es el retorno de las más recalcitrantes fuerzas conservadoras y retrógradas, que creemos extintas pero que, en realidad, están ahí, acechando y seduciendo a la juventud que se percibe condenada a un futuro inexistente. No podemos dejar que eso pase.