La grandeza de la política

Hidalgo /

La grandeza deberá venir de nosotros y de nuestra capacidad de organizarnos. Volver a la esencia de un movimiento cuyo faro fue el bienestar y el bien común y no el poder por el poder. Sabíamos que el poder corrompe, y no podemos hacernos los desentendidos ahora.

Ante la falta de competencia, la prudencia deberá venir de nosotros, y organizarnos de nuevo en torno a la reedificación del ideal de nación que soñamos: una donde se haya desterrado la corrupción y en la que aquellos que menos poseen tengan una oportunidad de ser verdaderamente felices, una nación honestamente humana en la que la pobreza no sea una causa para no ser feliz y para perder la esperanza.

Una nación en la que sus ciudades dejen de ser pensadas para quienes más tienen y que les permita a los trabajadores recuperar sus espacios de entretenimiento y ocio, y en la que los ricos dejen de pensar que la diversión es propiedad exclusiva de ellos.

Una nación que deje de expulsar a sus trabajadores a las afueras, y que detenga la absurda acumulación de riqueza en unos cuentos apellidos y en la que las instituciones públicas ayuden a cambiar la realidad del ciudadano promedio y no solo del funcionariato que en el parpadeo de una administración comprendió que robar, mentir y engañar está mal.

La grandeza de la nación que soñamos vendrá de nosotros, otra vez, cuando aceptemos que no podemos dejar que nos institucionalicen la esperanza y la revolución y la rabia.

La grandeza vendrá de nosotros siempre que no olvidemos que nada de lo que creen les ha sido dado por gracia les pertenece, y que podemos reclamarlo cuando nos venga en gana, y que el poder, ese que utilizan para sentarse en sus mesas repletas, en realidad es nuestro.

La grandeza vendrá de nosotros y de nadie más, de nuestra capacidad de elegir, de pensar y criticar, y sobre todo, de nuestra facultad de exigir no sólo lo mínimo de aquellos que ostentan el poder, sino lo justo.

Ante la pobreza de las propuestas y de las oposiciones que se debaten entre la medianía y el ridículo, no tenemos otra opción más que construir una crítica objetiva que le recuerde al poder que, parafraseando a Taibo II, nuestro papel es movernos el ideal, la utopía, unos cuantos metros más allá, siempre, y que debemos sospechar cuando se nos hace creer que hemos llegado ahí y conformarnos.


  • Alfonso Valencia
  • @eljalf
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