RAE

Hidalgo /

Supongo que el absurdo no está en recurrir a “la RAE” para zanjar así, fácil, con argumentos anónimos y simplistas repetidos en redes sociales, el “problema” del lenguaje inclusivo o del uso de la “e” para marcar otra identidad sexogenérica en nuestro idioma; tampoco en el contraataque activista que aprovecha la situación para subirse en un ladrillito y ver hacia abajo a lingüistas y filólogxs y, en general, a quienes, a fuerza de vida y costumbre, se resisten al cambio de uso de la herramienta con la que asimos y comprendemos la realidad (señalarlxs con el dedo flamígero de la razón redentora también es mezquino). El absurdo está en que la discusión se lleve a cabo ahora: lo absurdo es que pervivan formas de obliterar al otro desde una postura completamente egoísta.

El problema de “le compañere” no es un problema relacionado con “el lenguaje” como institución. Llevarlo a “la RAE” es tan ocioso como (sólo por poner un ejemplo extremo) negar la existencia de los dinosaurios nomás porque no aparecen en la biblia. El problema está en la negación del derecho del otro, en este caso, le otre, a existir con y desde las palabras que le identifican. E importa poco si se cree que es una “moda”, “adoctrinamiento” o una “imposición ideológica”. En realidad, importa nada, pues nada tiene que ver con quien intenta polemizar desde el otro extremo de una realidad inasible. Lo que importa es el acto atroz, egoísta, de negarle la identidad (y con eso la existencia plena) a quienes (por las razones que fueren y que tampoco nos importan) se encuentran al margen de nuestra binaria y dogmática forma de entender la realidad.

No se trata, pues, de nuestro uso del lenguaje o de nuestra habla “deformada”. No se trata de quien nombra, sino de quien es nombradx.

@eljalf

  • Alfonso Valencia
  • @eljalf
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