TikTok y la generación del desencanto vinieron a hacer una ruda crítica a la educación mexicana: los sueños universitarios hechos pedazos por un sistema diseñado para cumplir indicadores, pero no metas de formación crítica o habilidades específicas para un entorno cambiante y demandante. La educación universitaria, desdeñada y reducida a una etapa más del desplazamiento del ingreso a la vida laboral, no ofrece más que la vaporosa ilusión de un futuro mejor: el abaratamiento de la fuerza laboral detrás de instituciones públicas y privadas –profesores más o menos calificados que atienden a decenas de alumnos a cambio de muy poco, con contratos semestrales que generan incertidumbre– responde a un escenario en el que las oportunidades de desarrollo para profesionistas son tan limitadas, que la “vocación” docente o el subempleo se convierten en las únicas opciones.
El trend de TikTok, en el que jóvenes mexicanos presentan sus imágenes de graduación y sus sueños acompañados de la canción de Belanova, para luego mostrar su realidad en el subempleo debería servir como una llamada de alerta para instituciones y profesores. Más allá de una crítica a la meritocracia que ha intentado diluir el dramático efecto de los videos que se han publicado siguiendo la tendencia, se deberían centrar los esfuerzos en comprender en qué han fallado instituciones y profesores para que sus egresados acepten y exhiban de forma tan triste y terrible la resignación a una realidad adversa en la que la educación universitaria significa nada o muy poco.
¿O desdén o la arrastrada desilusión de un profesorado que ya sabe que no hay forma de salir del hoyo?
¿O desdén o abandono estatal de una fuerza laboral que tampoco puede ver concretados sus sueños de carreras académicas sólidas?
¿O desdén o abandono generalizado de una generación a la que hay, a fuerza, que convertir en mano de obra barata y eficiente por necesitada?
Quién diría que Belanova nos iba a traer esas tristes reflexiones.