El inicio de semestre me emociona. He descubierto que enseñar le da sentido a mis días. Realmente he llegado a deprimirme durante los periodos vacacionales, y no por el hecho de que, al igual que muchos de mis colegas, deje de cobrar, sino porque hay un estilo de desorden en los días fuera de la rutina que marca el encuentro con los estudiantes en el aula.
Supongo que aún disfruto la docencia universitaria porque, en realidad, tengo una carga más bien paupérrima, que me permite enfocarme, renovar mis métodos y aprender mucho en el proceso… Además, no he estado en la necesidad de concursar por clases en las que no pueda verdaderamente aportar crítica y teóricamente. Con esto quiero decir que creo que el mal enquistado en la enseñanza universitaria contemporánea tiene que ver con el hecho de que, a fuerza de supervivencia, muchos profesores terminan enseñando por enseñar, reproduciendo conceptos que en realidad no comprenden (o que no les interesan en realidad) en diapositivas de PowerPoint, o reducidos a mecanismos de evaluación repetidos semestre tras semestre, sin espacio para expresar su creatividad o aportar verdaderamente al proceso.
Ya en otros momentos he utilizado este espacio para hablar de las condiciones en las que muchos profesores por hora trabajan en el país… pero esta vez, y por la felicidad que representa en este momento de mi vida volver al aula, quisiera agradecer a mis alumnxs, que han hecho que enseñar cosas que parecen absurdas e inútiles en un mundo pragmático que constantemente arremete contra el conocimiento y la reflexión crítica de nuestro entorno, tenga un poco de sentido. Y al final, supongo que la felicidad radica en descubrir constantemente el sentido de lo que hemos decidido hacer a pesar de todo: reencontrarnos con el camino y saber que es el correcto.
Supongo que aún tenemos derecho a romantizar lo que hacemos para vivir. De otro modo estaríamos perdidos: habrán ganado quienes luchan para vernos miserables y derrotados, quienes buscan destrozar nuestro espíritu. A pesar de todo, lo que hacemos es bueno y tiene sentido. Gracias, pues, chicxs, por no dejarme morir en el intento de hacer lo que verdaderamente amo. Nos vemos pronto.