Hace un par de semanas viajé a Xalapa, Veracruz, para participar en el primer Congreso Nacional de Jóvenes Investigadores en Literatura y Humanidades, organizado por estudiantes del doctorado en Literatura Hispanoamericana del Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias de la Universidad Veracruzana, un esfuerzo académico encabezado por Alejandro Solano Villanueva, un auténtico entusiasta de la promoción de la literatura, la lectura y la crítica.
Recuerdo que él, junto a José Antonio Manzanilla Madrid, nos movió a un grupo de aún jóvenes estudiantes de maestría, a editar una publicación que obtuvo el apoyo del instituto. Lepisma, como nombramos la revista, publicó varios números temáticos que reunieron creación y crítica literaria, y gracias a su existencia se imprimió el que probablemente haya sido el primero libro de literatura sobre la desaparición forzada de los 43 de Ayotzinapa, con participaciones del padre Solalinde, Ester Hernández Palacios y Alberto Chimal.
Más tarde, poco antes de concluir el posgrado, luego de una charla en la que concluimos que hacían falta espacios académicos para discutir otras literaturas cercanas a la tecnología y los videojuegos, surgió un congreso especializado cuyas ponencias se leyeron en el Ágora de Xalapa.
Ahora, Solano produce, para el IIL-L, “La palabra en la niebla”, un interesante y necesario podcast de entrevistas a académicos e investigadores que ha abordado desde el cuento contemporáneo mexicano hasta la poética de la salsa.
Hace un par de años, Solano visitó Pachuca, en el marco de la Feria del Libro Infantil y Juvenil, para dictar una conferencia sobre promoción de la lectura entre adolescentes, y el grupo de promotores que lo escuchó quedó fascinado con sus ideas y propuestas.
Con esto quiero reconocer su trabajo y también recalcar que es el ejemplo de que para lograr cosas importantes y de verdadero impacto cultural hacen falta, más que presupuestos estratosféricos, voluntad institucional, buenas ideas, saber de lo que habla y formar equipos de trabajo eficientes y expertos.
Eso, que tanta falta nos hace. Felicidades, pues, por otro espacio de encuentro intelectual y crítico, querido Alejandro.