Cada 2 de octubre se conmemora el Día internacional de la No Violencia. Fecha instaurada en memoria del nacimiento de Mahatma Gandhi, quien fuera líder del movimiento de la Independencia de la India, caracterizado por una filosofía y estrategia de la no violencia.
Con esta fecha se busca permear a nivel mundial el mensaje de la no violencia, aunque este año, este día será una conmemoración difícil y compleja, ante los ataques militares que se están gestando en la Franja de Gaza y la guerra en Ucrania, resultado de confrontaciones históricas, así como la lucha por el control de más territorios.
Sin embargo, aún quedamos muchas personas que creemos en la lucha sin armas, sin balas, sin violencia, para construir una sociedad basada en una cultura de paz, tolerancia, inclusión social, comprensión y no violencia.
Y parafraseando a Mahatma Gandhi, pueden existir muchas causas nobles, por las cuales podría dar mi vida, pero ninguna es tan importante como para matar por ellas.
Ninguna causa por justa que sea debe motivarnos a la violencia, por ello desde este espacio apoyo y me solidarizo con todos aquellos movimientos que han buscado construir un mundo mejor a través de acciones pacíficas.
Es momento de conciliarnos como sociedad y para ello debemos reconstruir el tejido social.
No se olvida
No, no olvidamos a todas y todos nuestros estudiantes que fueron asesinados, encarcelados o desaparecidos en aquel triste episodio de nuestra historia, como fue la masacre de Tlatelolco del 2 de octubre de 1968. En su libro “Posdata”, Octavio Paz consideró que fueron al menos 325 los estudiantes asesinados (y desaparecidos), además de los miles de heridos y encarcelados.
De acuerdo con documentos desclasificados de la embajada estadunidense, se estima que fueron entre 150 y 200 las y los estudiantes asesinados. Mientras que el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, al principio dijo que fueron 26, además de mil 43 personas detenidas y 100 heridas (después dijeron que 38); tal vez la cifra exacta nunca la sabremos.
Siempre seré solidario con las miles de personas de todo el mundo que han sido víctimas del poder estatal, y sobre todo para aquellas personas cuyo trabajo diario es a favor de los derechos humanos, no pocas veces lo hacen sin recursos, sin grandes conglomerados de personas, sin apoyos, pero sí con mucha convicción, con ideales firmes y sin violencia.
Hoy día ha quedado claro que la diferencia entre asociaciones grandes o pequeñas es cada vez menor, ya que pequeñas organizaciones (en cuanto a número de integrantes) con firmes convicciones están moviendo al mundo. La sociedad civil no mueve masas, mueve conciencias y su voz no debe ser ignorada, más bien debe ser escuchada e integrada en los procesos de toma de decisión.
Hoy nos faltan nuestros jóvenes universitarios, pero el legado de todos y cada uno de quienes han dado su vida por una causa justa, nos debe motivar para seguir siendo la voz de los que no la tienen, luchar por las causas justas, no perder el rumbo hacia la apatía y la corrupción. Toda lucha, toda causa debemos irla construyendo con ideas, con propuestas y sin violencia.
Reducir la desigualdad
Cuando integrantes de una sociedad de acceso a la educación y al conocimiento, a un ingreso digno y bien remunerado, o cuando no se incluye a la ciudadanía en los procesos políticos, como el derecho a votar libre e informadamente y el poder participar en igualdad de condiciones por un cargo de representación popular, estamos hablando de una situación de desiguales.
Así encontramos a nivel mundial sociedades, en las que pocas personas tienen acceso a la información y al conocimiento; a las riquezas (en la mayoría una concentración excesiva) y quienes acceden al poder político. Mientras que la mayoría se encuentra marginada y excluida.
Si consideramos que la violencia puede entenderse como el uso de la fuerza o el poder, para conseguir un fin, cuyo objetivo de dominar o imponer a una persona o un grupo de personas. Esto significa que la desigualdad es una de las peores formas de violencia, porque es resultado de la concentración del poder, sea económico, ideológico o político, no pocas veces han buscado su justificación histórica.
Actualmente a nivel mundial la brecha entre ricos y pobres sigue aumentando. La desigualdad económica extrema es un obstáculo para acabar con la pobreza en el mundo y agrava otras desigualdades. La desigualdad extrema nos perjudica a todos: obstaculiza el crecimiento económico, alimenta la delincuencia y desmorona las esperanzas de millones de personas atrapadas en la pobreza, quienes no cuentan con las herramientas ni las oportunidades para salir de ella.
Que la voz de quienes están excluidos sea escuchada, no dejemos de luchar por una vida mejor. “Por una sociedad libre de discriminación y violencia”.