Basta de la autoexigencia sobre nuestros cuerpos

  • Voces que Inciden
  • Ana Karen Villegas Salas

Laguna /

La alimentación intuitiva fue un concepto nuevo para mí, en muchos sentidos. 

Un día una compañera lo mencionó y comenzó a compartirme de sus saberes, me quedé sorprendida por dos cosas: la primera, al darme cuenta de la necesidad de profundizar en este conocimiento y la segunda, al reflexionar lo importante que es escucharnos entre nosotras.

En palabras de la psicóloga Gabriela González, podemos entender la alimentación intuitiva como una anti-cultura de dieta, pues “la cultura de dieta solo busca nuestro sometimiento, que no estemos conformes con nosotras.”. 

Por lo que es necesario dejar de perseguir esos estándares de belleza impuestos socialmente, desprendernos de la búsqueda incansable de un estilo de vida poco apegado a nuestra realidad y a nuestras necesidades particulares.

Por lo anterior, me surgieron muchas dudas y cómo es que nuestros hábitos, hasta la alimentación, se ven marcados por los estándares sociales.

El autocuidado es un tema recurrente, incluso hay demasiados “tests” en internet para lograr medirlo; pero, reflexionando al respecto, me percaté que, si no lo visualizamos desde una postura objetiva, podemos llegar a confundirnos y entenderlo como una serie de pasos a seguir para lograr alcanzar la estabilidad prometida.

Así, las dietas y las rutinas poco realistas (e incluso todo un sistema) nos van sujetando y atrapando en situaciones sumamente estresantes y castigadoras.

No podemos, ni debemos, seguir siendo tan duras con nosotras mismas. 

Así como escuchamos a nuestro cuerpo cuando algo no está bien en nuestro entorno, también debemos poner atención a esos síntomas y señales de que no estamos bien en el interior. 

Parar de restringir y comenzar a disfrutarnos. Vivir para y por nosotras.

Ojo que el discurso jamás va a ir intencionado a incentivar hábitos nocivos, pero si a abrir la puerta al gozo y a escuchar nuestras propias necesidades y sentires.

Es importante que comencemos a cuestionar las motivaciones que nos llevan a aumentar nuestra dureza y autoexigencia, tomemos unos minutos para preguntarnos realmente qué es lo que necesitamos, cómo nos sentimos bien y cómo es que podemos dejar de castigarnos.

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