Enojo, rabia, angustia y frustración son algunos de los sentimientos que he tenido a lo largo de las últimas semanas, inclusive durante meses (y me atrevería a decir que años), todos con un mismo precedente:
una ficha de una mujer o joven desaparecida difundida por redes sociales, una denuncia pública o incluso el relato de una conocida contando las violencias que ha sufrido.
Es indignante que en un país donde 51.2% de su población somos mujeres, no se esté haciendo nada (o lo mínimo suficiente) para atender las diferentes situaciones que nos tornan vulnerables y lastiman constantemente nuestro goce pleno de derechos humanos y impidiéndonos cotidianamente el sentimiento de seguridad, incluso dentro de nuestros propios espacios.
Durante 2020 en México, cinco mujeres desaparecieron al día; 10 fueron asesinadas; 157 fueron víctimas de agresiones y en promedio 712 mujeres llamaron diariamente al 911 para reportar alguna agresión.
Es frustrante que existan cifras tan desgarradoras y frías, que las mujeres sean violentadas y agredidas, que los casos de violencia y de desaparición sean más frecuentes, y los protocolos de atención no se estén efectuando.
Por lo que las mismas mujeres tienen que luchar por ser escuchadas, atendidas y sus casos no se vuelvan una cifra o una carpeta más.
Además de lo anterior se debe destacar que los mecanismos de denuncia no son encabezados por autoridades, sino por colectivos o grupos de mujeres y familiares que buscan la pronta resolución de sus casos.
Esto evidencia más las prácticas tan deficientes de autoridades responsables, aunado a lo quebrantado que se encuentra el Estado de derecho.
Les invito a cuestionar en qué clase de país vivimos, que escuchemos las demandas sociales, que entendamos que a las mujeres nos están matando, nos violentan, nos desaparecen y sobre todas las cosas se nos ignora.
@incidefemme