Hablar sobre la maternidad siempre traerá desacuerdos o puntos de vista diversos.
Existe la famosa frase “nadie enseña a ser mamá”, pero eso no impide todas y todos nos sintamos con la libertad para decir algo al respecto.
Y la verdad es que el ejercicio libre y seguro de la maternidad sigue siendo un privilegio que no todas nos podemos dar.
Crecí escuchando discursos hermosos y mágicos sobre las bellas etapas y lo romántico de ser madre, esas historias que se cuentan de manera abierta y feliz, películas y novelas, las cuales dejan ver ejemplos de maternidades “ejemplares” llenas de abnegación y amor incondicional; incluso, he llegado a escuchar la frase tan drástica y desatinada de: “una mujer no es mujer completa y feliz hasta que conoce la maternidad” y no se imaginan el susto que sentí.
Mi realidad es que no soy madre, y no sé si algún día llegue a serlo, pero sí soy mujer.
Y, me consta, detrás de cada madre siempre hay una mujer con voz propia, aspiraciones personales, metas y sueños.
Nadie se ha atrevido a decir algo negativo sobre la maternidad (deseada), al contrario, desde mi percepción puede ser uno de los vínculos más respetuosos, amorosos y sanos por experimentar.
Pero esto no impide que, a pesar de ser unos de los retos más observados, también existe información confidencial, sigilosa y oculta “tras bambalinas”, esos secretos a voces que cuentan la otra realidad, la poca magia experimentada, lo duro y doloroso que resulta ser madre.
Seamos conscientes de que la maternidad no es solo lo que nos dicen, lo que medios de comunicación, el imaginario colectivo y la cultura popular nos cuentan, exponen y propagan.
Reflexionemos sobre esta y cuestionémosla de manera personal. Cuestionemos hasta al famoso “Día de las madres” y su lado oscuro, sus motivos sexistas.
Pues en México esta celebración fue resultado de una campaña publicitaria de 1922, resultado de la iniciativa de un ejecutivo y del entonces Secretario de Educación como medida para contrarrestar las ideas de liberación y educación de las mujeres que se encontraban en auge, fue un recordatorio latente de los marcados roles de género.
Dejemos de juzgar la vida y maternidad de otras mujeres, dejemos de romantizar lo que debería de ser, y comencemos a cuestionarnos a nosotras y nosotros mismos.
Cuestionemos el tejido social que más de una vez ha posicionado en lugares de desventaja a más de una y nos ha querido marcar cómo es que debemos vivir.