Cada familia conserva legados de sus antepasados, en mi caso conservo uno muy especial, la constitución de 1917. Soy bisnieta del Licenciado, como le solía decir Don Venustiano Carranza a su secretario de Gobernación, Manuel Aguirre Berlanga, diputado del Congreso Constituyente de 1917 que dio origen a nuestra constitución.
Recuerdo estar sentada en la clase de derecho constitucional en las aulas de la universidad Iberoamericana y sentir una emoción especial al tener sobre mis manos la carta magna en la que mi bisabuelo había participado y con ese mismo cariño recuerdo el gran enfado que le ocasioné a mi abuela paterna, en mis años de estudiante y joven rebelde cuando dije en una sobremesa familiar que la constitución ya no se adecuaba a las necesidades actuales de nuestro país.
Nunca lo conocí, pero aún se conservan sus memorias escritas de lo que vivió cuando el gobierno de Carranza y el ejército constitucionalista tuvieron que abandonar la ciudad y la terrible vivencia de la madrugada del 21 de mayo de 1920 en Tlaxcalantongo cuando compartía la habitación en la que asesinaron a Carranza.
Los legados son con el tiempo parte de lo que somos en el presente y yo soy fruto de un hombre que vivió con la convicción de servir a su país y de ser fiel a sus principios. Nunca quiso volver a la vida política después de lo que vivió, se dedicó a sus libros, su despacho legal y su familia. Mi abuela hablaba de él como un librepensador, que incluso apoyó a que estudiara pintura en la academia de bellas artes en una época donde no era bien visto que las mujeres continuarán estudiando.
Mi padre conserva pocos recuerdos de él, debido a que murió muy joven, pero creo que su abuelo estaría orgulloso de saber que ha recopilado sus memorias y la historia de su vida.
Este 5 de febrero no celebré la promulgación de una constitución, sino celebré a México en su caminar hacia la democracia y claro está, a todos los héroes que lo han hecho posible, hoy celebro a mi bisabuelo.