Con uno y con otro… con todas. Las empresas productivas del Estado (Pemex y CFE) y los órganos reguladores coordinadores en materia energética (CNH y CRE) deben de coexistir, cada uno en su ámbito, en un país que ofrece certidumbre, confianza y estado de derecho a la inversión nacional y extranjera. Sin órganos reguladores regresamos al monopolio de dos empresas que hoy, están muy lejos de ofrecerle a los mexicanos proyectos innovadores y vanguardistas para el mejoramiento y protección del sector económico y sostenible de México.
Caso particular de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH)es una dependencia gubernamental que realiza sus funciones en estricto apego a los principios de máxima transparencia y rendición de cuentas. Se rige principalmente por dos leyes federales, las cuales establecen la autonomía técnica, operativa y de gestión para el regulador. Las funciones y facultades de la CNH se consolidaron con la reforma energética logrando con éxito el seguimiento y supervisión de las actividades en las asignaciones y contratos de Oil&Gas. Por su parte, la Comisión Reguladora de Energía (CRE), regula los sectores midstream y downstream de los hidrocarburos, así como la cadena productiva de la industria eléctrica. Ambos, son considerados reguladores profesionales y confiables.
La propuesta de fusionar varios reguladores (CRE, IFT Y Cofece) en uno solo, por un simple tema de ahorro, incrementaría la influencia política en la toma de decisiones de asuntos sumamente delicados para el desarrollo de los mercados y la competitividad de un país. Por el contrario, se debe de estar trabajando en el reforzamiento de estos órganos; en sus procesos internos, en la celeridad de sus trámites, dotándolos de más recursos humanos y financieros para garantizar su debido funcionamiento en el mediano y largo plazo. Con órganos reguladores especializados bajo el marco jurídico actual, las empresas del estado compiten con otras empresas reguladas para generar valor, por lo que están obligadas a volverse productivas, eficientes y socialmente responsables.
Mientras que el proyecto emblema de la petrolera estatal mexicana es la construcción de una refinería que costará más de 200 mil millones de pesos (me temo esa cifra incrementará), la empresa estatal petrolera de Noruega anuncia la suscripción de un convenio de colaboración para invertir en proyectos eólicos offshore. Entretanto el gobierno mexicano anuncia que el tren maya funcionará con diésel, Países Bajos es el primer país del mundo en donde el total de la electricidad de su red ferroviaria se alimenta de energía eólica. Mientras que el Gobierno Federal a través de la Secretaría de Energía tiene la intención de implementar una nueva política de confiablidad para el despacho de energía eléctrica que favorece la participación de centrales de generación convencionales propiedad de la CFE, Gran Bretaña está a punto de lograr el récord de dos meses completos sin quemar carbón para generar energía eléctrica. No conformes, la reciente decisión de aumentar hasta en un 800% la tarifa de porteo de algunos proyectos renovables, lejos de abonar o mejorar la política energética actual, incrementará el costo de generación eléctrica –en plena crisis económica- a un grupo de industrias que según analistas en la materia representa alrededor del 12% del PIB nacional. Así, México se despide el mundo moderno y anticipa ser el primer país miembro de la OCDE que incumpla las metas de reducción de gases de efecto invernadero.