Atoyac, ¿retorno de la esperanza

Puebla /

Pararse frente al Atoyac y percibirlo con los cinco sentidos, es un ejercicio que va de la nostalgia a la indignación. Uno solo puede preguntarse cuán bello era en sus mejores momentos.

Durante años su cauce ha sido sinónimo de abandono y crudo ejemplo de contaminación; sin embargo, estamos ante un punto de inflexión. Es momento de dejar de observarlo como una cloaca a cielo abierto y proyectarlo como lo que realmente es: un afluente vital capaz de devolver seguridad ambiental y vida a Puebla y Tlaxcala; no podemos resignarnos.

La historia nos demuestra que la recuperación de afluentes heridos de muerte no es una utopía, sino una decisión política y social. Ahí está el caso del Támesis en Londres, que en los años 50 fue declarado “biológicamente muerto” y hoy alberga salmones y focas gracias a una regulación estricta e infraestructura masiva. ¿Qué decir del río Cheonggyecheon en Seúl, que pasó de estar sepultado bajo el asfalto a convertirse en un corredor ecológico que transformó la economía y el clima.

Según lo veo, este año han resonado más las buenas noticias que las malas en torno al Atoyac. Por primera vez en mucho tiempo, la narrativa del “ya veremos” es sustituida por la del “cómo y cuánto”.

La administración de Claudia Sheinbaum, en coordinación con Alejandro Armenta, ha puesto sobre la mesa una inversión histórica que suma 2 mil 755 millones de pesos para el saneamiento. Los datos son contundentes: solo para 2026 se destinarán 2 mil 188 millones de pesos.

Parece que no estamos hablando de promesas al aire, sino de infraestructura hídrica que puede ser tangible: plantas de tratamiento de aguas residuales, colectores y biodigestores que acompañen al río, desde su nacimiento en Tlahuapan hasta la desembocadura en Valsequillo.

Cabe cuestionar ¿en manos de quién estará esa infraestructura? la memoria colectiva se hace flaca y olvidamos los fracasos administrativos de las plantas de Huejotzingo, Tianguizolco, y Xalmimilulco, por decir algunas, donde los cultivos aún se riegan con aguas contaminadas.

Saldar esta deuda histórica es un tema de seguridad ambiental y justicia social. Federación, estado y municipios ya tienen la ruta para recuperar nuestro patrimonio natural, es hora de que comience el verdadero rescate.


  • Andrés Lobato
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