Reza una frase que todo tiempo pasado fue mejor; lo dijeron los propios griegos, que en pleno apogeo de su civilización consideraban que vivían el periodo más miserable de su historia y crearon el mito de la Arcadia, un lugar en el tiempo y espacio donde reinaba la abundancia, y los felices habitantes gozaban de la armonía con la naturaleza.
Basta con revisitar la obra de José María Velasco, considerado el mejor paisajista mexicano, para disfrutar de la majestuosidad de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl vistos desde Atlixco. El cielo luce azul sobre las nevadas cumbres de los colosos que se tienden sobre un verde valle que da espacio a una mínima mancha urbana, en la que destacan el convento franciscano y el caserío, fundacionales del hoy Pueblo Mágico.
Poco queda de esa escena, que fue devorada por el paso de los años, y recrearla en una fotografía es materialmente imposible.
No vayamos tan lejos como ese óleo de 1877, basta buscar en las magistrales fotografías que legó Raúl Gil, fotógrafo poblano, quien nos dejó -para envidia de muchos e inspiración de otros- escenas como el templo de Los Remedios, en Cholula, custodiado por un majestuoso Popocatépetl rebosante de nieve.
Cientos de veces se ha cuestionado dicha imagen, y otras tantas, quienes hemos tratado de recrearla, encontramos comentarios en redes sociales que apuestan a montajes creados digitalmente.
La escena es alcanzable, pero cada vez más difícil de lograr, ya que el crecimiento desmedido de la zona limítrofe entre las cholulas y la capital nos impide no solo fotografiarla, sino disfrutarla. Colosos de concreto se interponen, letreros luminosos de franquicias extranjeras, cablerío, alumbrado público y otras estructuras obstruyen la vista.
Cada vez es más difícil encontrarse con la imagen pacificadora de un árbol solitario creciendo en un valle verde para sentarse bajo su sombra.
¿Y qué decir de las calles de la capital poblana? Asoladas desde el suelo hasta el cielo por los baches, las guarniciones deplorables, el grafiti, el poco mantenimiento del mobiliario urbano, y nuevamente: marañas de cables acumulados a lo largo de décadas.
¿Qué queda para nuestros ojos y los de quienes nos precederán? Es necesario alzar la voz y defender el derecho a mirar algo bello, digno de una tierra que solemos presumir cuando cruzamos las fronteras de nuestra patria chica.
En días recientes, la diputada local, Susana Riestra subió a la tribuna de la vieja casona de la 5 Poniente para proponer reformas a la Ley de Atención y Prevención de la Contaminación Visual y Auditiva y la Ley de Desarrollo Urbano Sustentable para ordenar el cableado aéreo y prevenir la contaminación.
¿Quedará solo como una propuesta condenada al destierro, y que los mezquinos intereses partidistas, incapaces de hacer eco de algo que nos beneficie a todos, la sepulten?
Según lo veo, solo nos queda mirar viejas pinturas en los museos y refugiarnos en las redes sociales, donde abundan las nostálgicas imágenes de una Puebla casi como Arcadia, en la que se vivía en paz y armonía con la naturaleza.
Mientras lo pienso, alisto la cámara fotográfica para salir a defender, desde la mirada, lo poco que nos queda.