Con cierta frecuencia acudo a empresas de mensajería para enviar paquetes a otras ciudades. Hace una semana debía mandar un documento original y un par de libros a Cuernavaca, Morelos para mi editor.
Le pregunté que en cuál empresa deseaba que se lo mandará y me dijo que por correo simple. Me comentó que es el medio que usa para hacer llegar libros a todo el país.
Le di el beneficio de la duda para probar dicha recomendación. Primero mi mente no tenía registrada ninguna oficina para dicho fin, ni cuándo fue la última vez que recurrí a solicitar dicho servicio. Acudí a san Google para saber. Fui a una oficina en Torreón Jardín.
Me atendió un señor muy atento con el uniforme de Correos de México. Me dijo que llegaría en un máximo de diez días. Acepté porque no había ninguna prisa.
En el mismo día, mi editor me hizo favor de mandar unos libros por el mismo medio. Una semana después estaba el paquete en Morelos y el mío llegó tres días después.
Le comenté que así somos de trabajadores y eficientes en Torreón. Por cierto, la persona que trajo el paquete a mi casa fue muy cortés e incluso, tuvo que pasar dos veces porque la primera no estaba yo en mi domicilio.
Eso me llevó a informarme sobre la historia del correo en México, misma que comparto brevemente.
Ésta se enlaza con la situación política y social de nuestro país. Durante el virreinato bajo Felipe II, en 1580 inicia este servicio en la nación.
Se concibió como una empresa privada durante 187 años. En 1762 se estableció el uso de buzones, y más ciudades de la República empezaron a fundar sus propias agencias postales.
Durante la Independencia, el correo se detuvo en todo el país.
En 1986 se crea por decreto presidencial el organismo Servicio Postal Mexicano con personalidad jurídica y patrimonio propio. Mención especial para el majestuoso edificio de correos en CDMX, a un costado del Palacio de Bellas Artes, sobre Eje Central.
Un orgullo de nuestro patrimonio. Grata experiencia la de Correos de México y mi cartera más que agradecida.