El INAMI

Estado de México /

Esta semana, la presidenta Sheinbaum anunció al nuevo titular del Instituto Nacional de Migración (INAMI): Sergio Salomón Céspedes, actual gobernador de Puebla. Si tuviera a Sergio frente a mí, no sabría si felicitarlo o extenderle el pésame. El reto que enfrentará a partir de diciembre es brutal.

Si existe una institución que, literalmente, se ha dejado crecer como mala hierba en los últimos 40 años es el INAMI. Paradójicamente, siendo la migración uno de los fenómenos que define de manera multifactorial y multivariada a nuestro país, la agencia pública encargada de atenderla es un caos que raya más bien en un desastre. Esto sucede no sólo a nivel organizacional, sino ante todo conceptual: ese Frankenstein, que hoy se llama Instituto Nacional de Migración, no refleja de manera alguna ni las aspiraciones ni las necesidades ni las realidades de un fenómeno que nos ha rebasado por todos lados.

El fenómeno migratorio es complejo, porque bajo un solo concepto y de manera errada se han agrupado dinámicas muy distintas entre sí. Efectivamente, todas tienen que ver con la movilidad humana, lo que justifica que se quiera clasificarlas bajo un mismo techo, pero la realidad es que cada dinámica tiene causas, características y consecuencias diferentes. Este es el origen del conflicto de identidad del INAMI: ¿está para ordenar el fenómeno migratorio, para proteger los derechos humanos de los migrantes o para proteger la integridad de las fronteras? Ante la falta de claridad, al instituto se le han asignado simultáneamente estas y muchas otras tareas; todas sin rumbo estratégico ni presupuesto. Así, el INAMI es como el milusos y el cuetero al mismo tiempo: intenta hacer de todo, no lo hace bien y, por lo mismo, con todos queda mal. Para ponerlo en términos sencillos, el INAMI de hoy es una casa disfuncional, donde un policía conservador está casado con una hippie liberal y tienen tres hijos: el mayor es un mafioso, el de en medio es un intelectual desempleado y sólo el menor es un trabajador incansable.

La analogía no es exagerada. Mientras una parte del INAMI se dedica a controlar ferozmente la migración, la otra se ocupa de fomentarla, protegerla y financiarla. Todo esto, envuelto en un velo de podrida corrupción; áreas enteras dedicadas a analizar los fenómenos migratorios, pero sin actuar sobre lo que estudian; y un pequeño grupo de leales y mal pagados servidores públicos que mantienen a flote un barco que hace mucho se habría hundido, de no ser por ellos.

Si esta administración desea trascender, su legado en esta materia debería ser uno: crear una agencia de movilidad humana que realmente sirva para algo. La que hoy existe dejó de hacerlo hace décadas. Mis mejores deseos a su nuevo Comisionado. Es el deseo real de tu Sala de Consejo semanal._


  • Arnulfo Valdivia Machuca
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