MAGA

Estado de México /

La carrera era compleja pero, a la vez y por lo mismo, era claro que los resultados sólo podían ser tres: el primero, una estrecha victoria de Kamala Harris; el segundo, un empate histórico como el de 1800 entre Jefferson y Burr; y el tercero, un contundente triunfo de Donald Trump. La expectativa de cada uno de estos posibles desenlaces no sólo marcó la narrativa electoral, sino también la postura personal de millones de votantes en un país que sale de su proceso profundamente polarizado.

De haberse dado el primer escenario, un triunfo de Kamala Harris habría sido más una hazaña que una posibilidad real. Los demócratas iniciaron la contienda con desventajas difíciles de superar: la sombra de un presidente Biden diezmado mental y políticamente, una economía personal en crisis para la mayoría de los estadounidenses y una posición internacional disminuida de los Estados Unidos frente a una geopolítica que ni Biden ni Harris terminan de entender. Kamala, en vez de abordar estos temas de manera contundente, optó por hacer una campaña basada en valores liberales y en una retórica ideológica que, si bien le es atractiva a algunos sectores, está desconectada de las preocupaciones cotidianas de la población. Así, sus argumentos carecieron de fuerza para convencer a los desencantados y de esperanza para atraer a los indecisos.

El segundo escenario, el del empate, aunque improbable, era matemáticamente posible. Con una combinación específica de estados, ambos candidatos pudieron haber quedado con 269 votos electorales, apenas por debajo de los 270 requeridos para ganar. En ese caso, el proceso se hubiera trasladado al Congreso para alcanzar una definición, un desenlace que remite a un hecho único en la historia estadounidense y que, por fortuna, no fue necesario en esta ocasión.

El tercer y último escenario, que fue por cierto el que se materializó, confirma algo que ya es ampliamente sabido, pero que sigue siendo sorprendentemente ignorado por los encuestadores: la tendencia a subestimar el apoyo a Donald Trump. Su estilo estridente y polémico hace que aproximadamente un 15% de sus seguidores prefieran no declarar su respaldo. Y a pesar de que esto se sabe de sobra, las casas encuestadoras siguen sin adaptar sus metodologías, ignorando enfoques cualitativos que podrían complementar a los cuantitativos y generando con ello expectativas irreales, que dañan la reputación de las instituciones e incluso comprometen la paz social.

Al final, es así como se abre una nueva etapa en la que Trump buscará hacer realidad el nombre de su movimiento: MAGA, Make America Great Again, “hacer grande a los Estados Unidos otra vez”, con cambios que no tardarán en repercutir en México, un país que con su vecino comparte una frontera, pero sobre todo un destino. Y hasta aquí la disección electoral de tu Sala de Consejo semanal.

  • Arnulfo Valdivia Machuca
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