Preindustrial

Ciudad de México /

Cáncer de nuestros tiempos, es la polarización social. Conferencias de prensa, arengas o declaraciones son siempre idóneas para que los políticos de nuestra época busquen encender rivalidades: ricos contra pobres, locales contra inmigrantes, oligarquía contra pueblo, liberales contra conservadores ¿Pero qué subyace detrás de esta capacidad de polarizar?

La polarización se refiere a la división marcada de una población en grupos con visiones opuestas, que con el tiempo se tornan irreconciliables. Las grietas gradualmente son tan profundas que cada facción tiende a descalificar automáticamente las perspectivas de la otra, así sean coincidentes.

Pero, ¿de dónde surge esta habilidad para polarizar? La respuesta se encuentra en el grado de estructuración mental de las diferentes poblaciones. Las categorías de preindustrial, industrial y postindustrial brindan un marco esclarecedor.

Una población preindustrial se identifica por su fuerte arraigo a la tierra, tradiciones ancestrales y una identidad resistente al cambio. Su referente es el pasado, por lo que ve con desdén el progreso y busca la igualdad a toda costa. El resentimiento por el desarrollo se arraiga en ellos, haciendo de esta mentalidad un caldo de cultivo propicio para la polarización.

Por otro lado, la mentalidad industrial, fruto de revoluciones y cambios, mantiene cierta flexibilidad en sus estructuras de pensamiento. Aunque no son completamente abiertos al cambio, toleran, hasta cierto punto, la diversidad. Esta población es más receptiva y menos susceptible a la polarización, porque está dispuesta a reconsiderar sus posturas bajo argumentos razonables.

Finalmente, la mentalidad postindustrial se caracteriza por una identidad "líquida", adaptable y maleable. Enfocados en el futuro, favorecen la innovación y el cambio. Su diversidad de referentes y su desconexión con arraigos fijos los hacen casi inmunes a la polarización.

Así, polarizar a un país no se relaciona con su grado de desarrollo, sino con la combinación de mentalidades que cohabitan en él. La polarización se ha vuelto popular como estrategia política porque crea y cimenta lealtades de grupo, garantizando así votos. Para que la estrategia sea exitosa, el líder mismo debe adoptar posturas permanentemente preindustriales: exaltar el pasado, defender lo propio, el miedo al cambio e, importantemente, contrastar todo con sus rivales.

Lo triste es que la polarización no genera progreso, sino que lo retrasa y ahí está su trampa: las poblaciones preindustriales siguen y seguirán siéndolo, por su aversión al cambio. El líder, lejos de perpetuar esta visión anacrónica del desarrollo tendría que buscar cambiarla. Pero no, porque a ellos el único progreso que les importa es el de ellos mismos. Y hasta aquí el lamento postindustrial de tu Sala de Consejo semanal.


  • Arnulfo Valdivia Machuca
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