Las piezas empiezan a moverse de manera extrañamente estratégica. La revisión del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) se aproxima, marcando el inicio de una compleja partida de póquer entre los socios comerciales. El primero en mover en falso fue Canadá, que abrió abruptamente su juego, filtrando a través de distintos actores una sucia estrategia: sugerir que renegociarían el tratado, buscando dejar fuera a México. Por burda y básica, la movida es obvia: saben que eso es casi imposible, pero aventaron la carta para intentar construir una postura de negociación más fuerte.
Dicen que cae más rápido un hablador que un cojo, y así les sucedió a los canadienses a principios de esta semana, cuando tuvieron que correr de nuevo a abrazar a su incómodo socio, México, después de que Donald Trump amenazara con imponer aranceles a ambos países. Fue ahí que se dieron cuenta de que, más que su enemigo, México puede y debe ser su aliado. El discurso se moderó y ahora resulta que los canadienses adoran a los mexicanos.
Ya subido en una objetiva arrogancia, me temo que algo similar le va a terminar pasando a Donald Trump quien, al igual que los canadienses, piensa que puede vivir sin México, cuando la realidad es que no. Si bien es cierto que a partir de la era del libre comercio México ha mantenido un constante superávit comercial con los Estados Unidos, que es algo que le molesta profundamente a Donald Trump, también es muy real que hoy somos el principal comprador de productos estadounidenses en el mundo, con un volumen que excede los 320 mil millones de dólares.
Por si esto fuera poco, los estados más trumpistas son los que más dependen de venderle a México. El extremo viene curiosamente de Texas, uno de los estados actualmente más republicanos y antimexicanos. Texas nos vende 272 mil millones de dólares, algo así como el 85% de las ventas totales a nuestro país. Además de esto, estados como Ohio, Michigan y Florida, que representan el voto duro de Trump, también dependen en sus exportaciones del mercado mexicano. Es así como por conveniencia pura y dura México continuará indisolublemente ligado a los Estados Unidos, quiera o no quiera Trump.
Esto no quiere decir, por supuesto, que la revisión del T-MEC vaya a ser sencilla. Trump buscará convertirla en una renegociación. Sin embargo, la realidad económica impondrá sus límites. Ni Canadá ni Estados Unidos pueden permitirse ignorar que México es más que un socio comercial; es un engranaje esencial en la maquinaria económica de Norteamérica. Por eso, más allá de la retórica política, la ceguera canadiense y trumpista terminarán estrellándose una y otra vez con una dura realidad: que sin México, simplemente, no pueden vivir. Y este es el análisis trinacional de tu Sala de Consejo semanal.