Las uvas de la ira y la migración mexicana

Estado de México /

Las uvas de la ira, la monumental obra de John Steinbeck, ganadora del Premio Pulitzer en 1940, narra el éxodo de la familia Joad, expulsada de sus tierras por la combinación letal de crisis económica, deudas impagables y un sistema agrícola que privilegia el capital sobre la dignidad humana. Aunque ambientada en la Gran Depresión estadounidense, la novela se ha convertido en un espejo universal de los desplazamientos forzados que siguen marcando el siglo XXI, entre ellos la migración irregular de miles de mexicanos hacia Estados Unidos.

En la historia de los Joad late un dilema muy similar al que enfrentan muchas familias mexicanas: quedarse en un lugar que ya no garantiza sustento o arriesgarlo todo por la posibilidad de una vida digna. Así como los okies, trabajadores agrícolas migrantes de Oklahoma y otros estados del suroeste de EU que se mudaron a California en busca de trabajo durante la Gran Depresión en los años 30, cruzaban desiertos y carreteras polvorientas rumbo a California, los migrantes mexicanos atraviesan desiertos, ríos y fronteras cada vez más militarizadas en busca de oportunidades que su país natal no siempre logra ofrecer. En ambos casos, la migración no es un acto de aventura, sino de supervivencia.

Steinbeck denuncia con crudeza la explotación laboral que recibían los migrantes agrícolas: largas jornadas, salarios mínimos y la constante amenaza de violencia. Ese retrato guarda un inquietante paralelismo con la situación de muchos trabajadores indocumentados mexicanos en Estados Unidos, quienes pese a sostener sectores esenciales como la agricultura, la construcción y los servicios, viven bajo la sombra del miedo a la deportación y del abuso laboral. Sin embargo, Las uvas de la ira no es solo un libro sobre el dolor, también es una obra sobre la resistencia comunitaria.

A través de campamentos, fogatas improvisadas y la solidaridad entre migrantes, Steinbeck muestra que la dignidad puede persistir incluso en la miseria. Ese mismo espíritu aparece hoy en los albergues migrantes, en las comunidades mexicanas que se organizan en Estados Unidos y en los esfuerzos por defender derechos humanos en un entorno hostil. La esperanza, como dice Steinbeck, es una fuerza que crece cuando se comparte.

La obra nos recuerda que migrar no es un delito: es una respuesta humana ante la necesidad. Al leer a Steinbeck desde la realidad mexicana contemporánea, entendemos que las historias de desarraigo cambian de nombre y de época, pero conservan una raíz común: la búsqueda obstinada de un lugar donde el trabajo sea reconocido y la vida tenga valor.


  • Arturo Argente
  • Tec de Monterrey, Campus Toluca.
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