Cuando la vida le presentó una encrucijada al candidato Luis Donaldo Colosio Murrieta, no fue el destino quien le marcó el camino a elegir. Fue él quien eligió libremente la dirección a seguir. Han pasado treinta años desde que el magnicidio de Colosio dejó a un país sumido en la sorpresa y el caos. Sin embargo, su figura es un peso que aún hoy provoca dudas.
El año de 1994 fue un año muy trascendental en el rumbo que tomó nuestra nación, no sólo porque mataron a Colosio, también se daba inicio al tratado de libre comercio, el asesinato de Francisco Ruiz Massieu, el levantamiento armado zapatista y el error de diciembre. Si hoy lo vemos a la lejanía, parecería que el país se estaba colapsando, pero, al final, encontramos el camino para salir adelante. Don José Pagés Llergo decía: “En México no pasa nada, hasta que pasa, pero cuando pasa no pasa nada”, así es como se puede entender a esa época en nuestro país.
El inicio del fin de la carrera de Colosio se dio con su discurso el día 6 de marzo de 1994 se celebraban los 65 años de la fundación del PRI y ese momento comprendía el momento más importante de su campaña por la Presidencia de la República. Ahí, arriba del templete, Luis Donaldo Colosio Murrieta tenía la convicción de que sus palabras eran las correctas y les hablaba a sus correligionarios frente al Monumento a la Revolución.
El mensaje significaba el relanzamiento de su campaña presidencial. "Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla”.
Reconoció la labor del PRI en la construcción de las instituciones del país, pero también admitió las constantes y graves prácticas de concentración de poder, corrupción e impunidad de su partido. Diecisiete días después, el caos, las balas, Lomas Taurinas y Mario Aburto, treinta años de este magnicidio, y sí, este discurso marcó su final y un cambio en el rumbo del país.
Sin duda, Colosio se convirtió en un mito a partir de su discurso y como todos los mitos, se magnificó a la persona, su sacrificio lo inmortalizó como el hombre reformista que hubiera podido cambiar el país y sigue vigente la idea de que fue víctima de su propio partido, el PRI.