“Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy en la que quedará como la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestra nación, (Los Estados Unidos).
Hace cien años, un gran americano (Abraham Lincoln), cuya sombra simbólica nos cobija, firmó la Proclama de Emancipación. Este importante decreto se convirtió en un gran faro de esperanza para millones de esclavos negros que fueron cocinados en las llamas de la injusticia. Llegó como un amanecer de alegría para terminar la larga noche del cautiverio.
Pero 100 años después debemos enfrentar el hecho trágico de que el negro aún no es libre. Cien años después, la vida del negro es todavía minada por los grilletes de la discriminación. Cien años después, el negro vive en una solitaria isla de pobreza en medio de un vasto océano de prosperidad material. Cien años después, el negro todavía languidece en los rincones de la sociedad estadounidense y se encuentra a sí mismo exiliado en su propia tierra”.
Este es un breve fragmento del discurso “Tengo un sueño” (I have a dream) de Martin Luther King, pronunciado el día 28 de agosto de 1963 al final de una marcha en Washington D.C. Este discurso es considerado un hito fundamental en la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos. El discurso de Martin Luther King tenía como objetivo denunciar los atropellos y abusos sufridos por los afroamericanos debido al conflicto racial de los últimos cien años de historia estadounidense, y se exigía justicia y libertad a que tenían derecho como ciudadanos norteamericanos.
En México la discriminación es una realidad que afecta a muchas personas. Según la Encuesta Nacional sobre Discriminación del 2017, 30% de las personas ha sido marginado por su forma de vestir, arreglo personal o por usar tatuajes. Además, 29.1% ha sido discriminado por su peso o estatura, y 28.7% por sus creencias religiosas. Los migrantes, jóvenes, personas con VIH y personas con orientaciones sexuales distintas a las heterosexuales son los más afectados por esta situación.
Es fundamental crear conciencia social de que las exclusiones están basadas en prejuicios y estigmas. Para ello se requiere un trabajo de educación, concientización y prevención de esas conductas. La prevención y erradicación de la discriminación son tareas de toda la sociedad. Todos tenemos un anhelo de justicia e igualdad, de fraternidad entre todos los segmentos de la población mexicana, un sueño en que las barreras de la segregación racial sean superadas, para que un día México se viva en libertad e igualdad de derechos para todos los ciudadanos, tal como lo recoge nuestra Constitución.
“Tengo un sueño” nos demuestra el peso e impacto en el uso correcto de la palabra, en un discurso profundamente optimista, esperanzador, que propone el ideal de una sociedad fundamentada en los valores de la igualdad y la fraternidad, con pleno reconocimiento de los derechos civiles y las libertades individuales que toda nación merece.
Así como Martin Luther King entendió la urgencia del momento, es necesario pensar y actuar por el momento que estamos atravesando en el país, como una sociedad que advierta la necesidad de la igualdad que requiere esta nación y que no se descansará hasta ver que todos y cada uno de los ciudadanos de este país sean tratados de manera equitativa y le sean reconocidos plenamente los derechos civiles que les corresponden.
El cambio de consciencia social se debe de gestar en el aula escolar, en casa, en el Congreso, en los diversos lugares de trabajo, en nuestros círculos sociales de manera uniforme, sistemática, ordenada y en paz. Es necesario dar el primer paso. No importa que no se vea el camino complete, solo importa dar el primer paso y el resto del camino irá apareciendo a medida que se vaya avanzando. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el revanchismo. Debemos conducir nuestro proceder por el camino de la dignidad y la disciplina; no debemos permitir que cualquier manifestación o protesta creativa degenere en violencia física.
La esperanza de un mundo seguro y habitable recae en disciplinados inconformistas que se dedican a la justicia, la paz y la fraternidad. Martin Luther King decía “La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad: solo la luz puede hacer eso. El odio no puede expulsar al odio: solo el amor puede hacer eso”.
No tengamos miedo de hacer lo correcto, especialmente si el bienestar de una persona está en juego. Los castigos de la sociedad son pequeños en comparación con las heridas que infligimos a nuestra alma cuando miramos para otro lado. Basemos nuestro proceder en el pensamiento de Luther King: en los ideales de igualdad y fraternidad que conducen su lucha, entender la importancia de reconocer a la equidad.
Es momento de apostar por el amor. El odio es una carga demasiado pesada para soportar. Necesitamos tener un sueño donde nuestros hijos vivan en una nación donde no sean juzgados por el color de su piel sino por su carácter y proceder.
Ese debería ser nuestro sueño.