No es suficiente estar en un centro de acogida, después de años de vivir en la prostitución, estar enferma, en la miseria más absoluta, y esperando la muerte lejos de la calle. El MUAC le permite a Ana Gallardo, artista VIP argentina que exhiba la intimidad agónica de una prostituta como parte de una pieza de “arte contemporáneo”. La sacan de su refugio en donde murió y la exhiben como el divertimento que este tipo de arte hace de la tragedia.
El proceso de selección para realizar una exposición es muy riguroso, lo revisa el curador en jefe, la dirección del museo, y si existe un consejo también dan su voto. Esta exposición Tembló acá un delirio es una retrospectiva de 20 años de “trabajo” de Gallardo, algo así se prepara con mucha antelación. En la obra Extracto para un fracasado proyecto, Gallardo fue a la casa de acogida para prostitutas ancianas en estado de calle, y se propuso hacer una “obra contemporánea” que consistió entrar en la intimidad de estas personas y violarla, exhibirla y mostrarla en las salas de este y otros museos.
La narración de esta “experiencia” en el lenguaje soez y violento de Gallardo está calado con letras en la pared del museo. Hizo videos de la mujer agonizando. Llevó su morbo hasta el límite escudándose, como siempre, en que es arte y que es una obra social y lo que se le ocurra a ella y los tres curadores de la muestra.
Lo que hizo es un crimen de lesa humanidad, entró en la intimidad de una persona vulnerable, inconsciente de lo que pasaba, incapacitada para dar su rechazo y en un estado de total desamparo. Es un abuso peor que los que ha sufrido toda su existencia. Todo esto avalado por el equipo del MUAC y de la estructura académica que lo gobierna, con recursos públicos y nadie, nadie pensó que estaban violando los Derechos Humanos de estas personas. Es el vicio del arte contemporáneo VIP de hacer escarnio como parte de su exhibicionismo, lanzar su discurso mesiánico y encubrir obras abyectas como esta.
En ese museo han desfilado obras panfletarias, restos de cadáveres, sangre, han derrochado politiquería como arte de “visión social”. En esta ocasión sin embargo no midieron las consecuencias porque para ellos los Derechos Humanos no existen si el artista decide pisotearlos, porque están por encima de la ética, la moral y el arte mismo. La obra de Gallardo no es arte, ni esta, ni el resto de su dispareja y pobre trayectoria. La diferencia es que aquí utilizó lo que suponía una crítica social y en realidad violó la fragilidad de los últimos momentos de una existencia.
El MUAC y la UNAM dicen que “abren un espacio al diálogo” ¿en qué momento van a pedir perdón públicamente a las personas que viven del trabajo sexual, a la Casa Xochiquétzal y al público en general por esta infamia, por la violación de los Derechos Humanos?