El arte es talento, disciplina, belleza, inteligencia y también dinero: hacer y comprar arte cuesta dinero. En este momento existe un supuesto arte que no requiere de ningún elemento artístico, desde lo que se hace con Inteligencia artificial, lo que no se hace y son objetos comunes y corrientes señalados como arte, es decir, el readymade, hasta los que mandan hacer sus obras en fábricas y se montan como artista porque “tuvieron la idea”. Este es el caso de Maurizio Cattelan, que ha mandado hacer todas sus esculturas de cera con un artista al que le negó el derecho de aparecer en las exposiciones y certificados de autenticidad como quien “manufacturó” la pieza o como coautor.
Al dejar esta lucrativa asociación con el escultor, puso un plátano en la pared con cinta adhesiva. Ahora van a subastar un excusado de oro de 14 kilates, pesa cien kilos, en 10 millones de dólares. La idea no es original, un jeque de Qatar tiene uno en su avión y no dice que sea arte, es para darle categoría de joyas a sus deshechos orgánicos.
¿Cuál es el valor de este objeto? El oro, que mantiene su cotización en el mercado de valores. No es arte, es un objeto industrial que Cattelan mandó hacer de oro con un grupo de inversionistas. Es muy notable la obsesión escatológica del arte contemporáneo VIP, desde el urinario que plagió Duchamp, las latas de “mierda de artista” de Piero Manzoni, que además es una farsa, y una lista larguísima de autonombrados artistas que recurren a eso como una crítica o una protesta, en el fondo es un elemento que exhibe su nula capacidad técnica y artística.
La relación del arte conceptual VIP con la escatología y los deshechos orgánicos es porque para “hacer” eso no se tiene pensar. Son acciones del organismo que no exigen inteligencia, y lo viven como una protesta desde la ultra infantilización de esta sociedad que se prolonga al infra arte. El artista VIP es un niño que exige orinarse en su ropa y en la cama para mostrar su “individualidad y su autenticidad”, su berroche es jugar con excrementos protestando en contra del verdadero arte, de todo lo que no puede hacer porque carece de la inteligencia y la voluntad para hacerlo.
Se venden estos objetos y manifestaciones como arte porque a la sociedad no le exige inteligencia para “comprenderlo”, todo el mundo entiende qué es un excusado y para qué es, verlo como arte lo determina el contexto, que esté en un museo o una casa de subastas. El excusado como objeto es un avance tecnológico que ninguno de estos artistas sería capaz de realizar.
Sin el esfuerzo de entenderlo, los compradores se sienten “vanguardistas”, afines a las ideas políticas de la escatológica presencia, y a una fama instantánea, pasan como intelectuales y revolucionarios, apegándose a lo más elemental y fácil les deja ostentar su riqueza y al mismo tiempo “criticarla”, ser cómplices de la supuesta protesta, es una mentira que se vuelve un disfraz.