“El feminismo desechó a la femme fatale” “Para el feminismo era una mujer educada fallida, cuyas energías estaban neuróticamente dirigidas hacia el boudoir” afirma con lucidez Camille Paglia en Persona Sexual. Décadas odiando a ese símbolo del galmour y el peligro, señalando la cosificación del cuerpo y la estigmatización de la belleza “anti natural” que volvieron a arrojar a la mujer a su papel de la incubadora de la especie humana. Las obras de arte VIP feministas que abordan el cuerpo femenino la reducen a su labor reproductiva y su genitalia, el orgullo feminista está en la capacidad de crear otro individuo, no en recrearse, reinventarse a sí mismas.
La humanidad está perdiendo uno de sus mitos más idolatrados: la femme fatale, iluminó la oscura caverna de esa feminidad utilitaria que sirve para que el planeta no esté despoblado. Las mujeres al crecer profesionalmente buscaron parecer hombres, no verse aun más mujeres. La femme fatale es esa mujer que no tiene miedo de la energía que emana de la fuerza que posee para someter hombres y mujeres, que se regodea con la sumisión de aquellos que temen a crear su propio mito. La admiramos, la tememos y cuando aparece solo queda construirle un altar.
Desde su pequeña masculinidad Guy Debord la llama: “La mujer bajo el eterno cliché del cliché de la femme fatale, carnalidad extraviada, perfidia, objeto del deseo ¡la eterna malvada del cuento”, ante tales acusaciones la amargura demuestra su frustración. La animalidad y la sofisticación de ese objeto del deseo marcó el cine, el teatro y la imaginación, ser rechazado por una puritana es un trámite, ser rechazado por una femme fatale es el suicidio.
La humanidad poco a poco ha ido perdiendo este mito, dejando vacío el espacio para lo que tememos y amamos. La femme fatale es políticamente incorrecta, no tiene luchas sociales, solo busca la satisfacción de sus instintos y la recreación estética de su imagen, persigue la tragedia antes que la felicidad, la cual es para ella un valor mediocre. Ese sitio llamado a traer de nuevo el glamour sin escrúpulos, excesivo y sin memoria lo está ocupando la estética Drag. Las mujeres odian la femme fatale y los Drag la idolatran, es un ejemplo a seguir y llevan su estética al exceso.
La boudoir es el escenario, la femme fatale se reinventa fuera de su cuerpo de mujer, y se posa en el doble artificio, en una reencarnación excesiva, tragándose al hombre para convertirlo en una versión múltiple de ella misma. Las mujeres, entre las feministas y las puritanas que se dan la mano cuando se trata de abordar la feminidad como un anatema, arrojaron el regalo de los dioses de esa mujer devoradora, que puede beber las lágrimas de sus amantes mientras mira en el espejo el abismo de sus ojos. En el escenario el Drag con tacones vertiginosos, pestañas larguísimas y negras, labios rouge absolut, canta al demonio de las medias caladas, el poder que las mujeres despreciaron por ser más grande que ellas.