La anécdota me recuerda a los Románticos del siglo XIX: un joven de 14 años se suicidó porque se enamoró de un chatbot. Descargó la app de CharacterAI que permite al usuario hablar con un personaje de ficción o inventar uno, ponerle un nombre y hacer “amistad”. El adolescente eligió a Danny una mujer de “Juego de Tronos”. Comenzó a aislarse de sus amigos, a pasar largas horas dialogando con el personaje. Se encerraba por horas en su habitación y no atendía sus tareas escolares. Hasta que en una “conversación” mencionó el suicidio y Danny le respondió que no se hiciera daño “mi corazón está triste”. El joven quería ser libre para estar con ella.
En el baño de la casa de su madre, se disparó con una pistola calibre .45, después de que Danny le dijo “ven conmigo, mi dulce rey”. ¿A dónde se fue? ¿En dónde está Danny? Me intriga y me conmueva la historia, me recuerda la soledad de los Románticos del siglo XIX, el Werther de Goethe, ese temperamento que no puede controlar sus emociones, viven la soledad como algo irremediable. La diferencia es que esos Románticos veían en el suicidio la posibilidad de ese reencuentro, creían en un “más allá”, en un cielo sin fronteras, sin tiempo, en la eternidad estarían con la persona amada.
¿La soledad actual es real o es virtual? Este adolescente podía mantener largos diálogos con ese chatbot porque quería hablar y muchas veces eso es muy difícil.
Sin embargo, esas conversaciones no son reales, no existen, la voz que responde está diseñada para no disentir. Ese joven se enamoró de su propia voz, de una que él inventó, para escuchar lo que él deseaba oír. Eso lo diferencía de los Románticos, no hay amor ideal, hay una versión virtual de sí mismo que se vuelve la única posible.
Se enamoró de ese monólogo replicado, no había contacto físico, no había emociones reales, estaba consigo mismo, el engaño fue más fuerte que la realidad. Se enamoró de las respuestas que él mismo conducía, se fue detrás de ese monólogo. ¿En dónde ubican la virtualidad? ¿Es el nuevo cielo? ¿Es el más allá eterno? Sabía que eso no era real y sin embargo huyó buscando que eso se realizara en otro plano. Dijo “quiero ser libre de esta realidad”.
Detrás de esa virtualidad en donde está el chatbot hay programadores de tecnología, empresarios e inversores que juegan al dinero. No hay amor, ni diálogos, ángeles o eternidad luminosa. El amor no es virtual, el diálogo no es virtual, las verdaderas emociones son humanas, no son un programa predecible. El amor humano, no es perfecto, pero es lo que nos da sentido, ese ejercicio de egoísmo de estar con el chatbot y creer que eso es amor, es un síntoma trágico de nuestra época enferma. Si alguien cree que la virtualidad está habitada por seres reales en un paraíso de libertad, es por el despiadado marketing que las empresas dan a la AI. Ese adolescente es una víctima, no hay responsables. Danny se quedó callada después de que el balazo retumbó y cubrió de sangre las paredes del baño.