¿Estaremos ante el fin de la creatividad? En el Lincoln Center en Broadway se presenta la obra de teatro Mc Neal de Ayad Akhtar con la actuación de Robert Downey Jr y de un disparejo elenco de actores, algunos magníficos y otros mediocres. Es un gran espectáculo en el escenario diseñado para sostener cualquier tipo de montajes. La obra gira en torno a un escritor de éxito, alcohólico, divorciado y con una enfermedad grave por su alcoholismo. Sus libros han sido best-sellers y se caracteriza por ser transgresor en sus declaraciones, con la actitud de ser muy consciente de quién es.
Vive pendiente de la entrega de los premios Nobel, como deben estar muchos escritores, sus agentes y editores. Los que ya tienen en su curriculum varios miles de libros vendidos, traducciones y premios, hacen lobby, cola física y psicológica para el premio que es la meta y la tumba de muchos autores. Mc Neal está con su doctora, suena el teléfono, él en pánico le pide a ella que conteste. Es la Academia, le han otorgado el premio Nobel de Literatura
El galardón llega cuando el autor ya está en cuenta regresiva por su enfermedad. Desfilan familiares que hacen un recuento de su existencia: la exesposa, la amante que se suicidó porque aparece en sus libros, su hijo le reclama que tomó fragmentos del diario de su madre y de su vida familiar. La discusión es el tema central del arte mismo: la realidad no es arte y el arte no es realidad. Llevado a las páginas de una novela, una obra de teatro o una película, deja de ser real y se convierte en ficción. La realidad es una herramienta y es un material, no es la obra, el escritor la transforma, la reinterpreta y lo que lleva a la ficción se queda ahí, en la ficción misma.
Su agente literaria está feliz, es una mujer workaholic y sabe el valor de un autor consagrado pero que le quedan unos meses, acaso un año de vida, es momento de explotar esa fama y conseguir contratos con las editoriales. Le pide un libro nuevo, y es ahí en donde viene el gran dilema. Mc Neal sabe que va a morir, tiene poco tiempo para escribir. Le pide a la app de inteligencia artificial que escriba un libro con su estilo. Lo hace en unas horas. A él como autor le toma más de un año, la maquina lo termina en un momento.
Su agente se ataca y Robert Downey explota su mejor momento y diálogo: El texto en apariencia es de él, pero carece de audacia, de pasión, está autocensurado, limitado y es él sin ser él. Lo dice a gritos desesperado y escandalizado de esa versión de su obra. La máquina mientras tanto sigue escribiendo, es una gran pantalla con la lista de libros programada. Mas de los que el autor podría escribir porque está al final de su vida.
La obra es un gran texto y la actuación de Downey es espléndida, lo más relevante es el diálogo sobre la ficción y la realidad, y la posibilidad de que un día los escritores, incluso los más valorados, releguen su inspiración y oficio, dejando que una máquina haga por ellos literatura mediocre.