Presentaron a robotina, un animatrónic con características femeninas y le dijeron al mundo que ella pintó dos retratos de Alan Turing, que es considerado el padre de la cibernética. Pusieron en subasta las pinturas que se vendieron en 1 millón 600 mil dólares. Se supone que robotina llamada AI-Da “decidió” qué pintar, así como la composición y el color. Poco a poco fueron apareciendo más detalles: las obras fueron terminadas en un taller con artistas de carne y hueso que de verdad toman decisiones estéticas.
¿En qué radica el interés en que un robot que obviamente está fabricado y dirigido por técnicos haga una pintura que además es bastante mediocre? En las compañías que promueven esta tecnología están obsesionados en convencer al mundo de que la IA es inteligente. No es novedad que un robot pinte, para empezar desde hace años en las fábricas de automóviles, son robots los que pintan las carrocerías. Hay otros que hacen copias, el más recurridos son Van Gogh y Rembrandt, y varios hacen obras abstractas, la constante es la mala calidad de esas copias. Las empresas tienen fijación por la pintura.
La novedad con esta robotina es que “hizo una obra original”, eso es una frontera porque implica la creación desde cero. En caso de que esto fuera cierto. Es evidente que si la AI trabaja con estadísticas de aprobación el tema se eligiera para agradar, que es lo último que debería hacer un artista. Esto no es arte, es redundante mencionar que carece de los elementos de una obra verdadera. Lo que me intriga es por qué la industria inventa tecnologías estrictamente utilitarias y que su umbral esté en la creatividad del arte. Los algoritmos son un tiradero, siempre fallan, las páginas de internet se caen, por lo menos aquí con nuestro internet de cuarto mundo o de estado de emergencia de post guerra, pedir un Uber es un suplicio. ¿No sería más productivo mejorar lo que ya existe? En vez de que pongan a robotina a pintar que arregle los boletos de avión de los vuelos cancelados porque se les cae el sistema.
Los Supersónicos tenían una robotina más útil, que limpiaba la casa, cocinaba y no pedía días de descanso ni aumento de sueldo, si acaso un poco de aceite y afinación cada 15 mil horas. Esta robotina AI-DA se pone a pintar y es mediocre, le post producen las fotografías que utilizó y además un grupo de artistas retocaron todas las pinturas para que parecieran más “pictóricas” porque es un trabajo de impresión por inyección de tinta. Al final, literalmente, una lata poco eficiente. Como está programada es lo único que sabe hacer, ese cuadro, ese retrato, y nada más. El resto del día se aburre apagada en un rincón como la Muñeca Fea de Cri Cri.
Los que pagaron em Dubái 1 millón 600 mil por eso, les deberían regalar a robotina para que la pongan en una vitrina al lado de los cuadros. La reprogramen para que haga cocteles en las fiestas de esos millonarios que seguramente son accionistas de la empresa dueña de la tecnología.