Nadie esperaba al Sars-CoV-2, ni nadie podía calcular la onda expansiva del daño económico que el virus dejaría a su paso.
Es, como lo señala el último reporte del FMI, “la mayor crisis económica en tiempos de paz que se recuerde en la historia”, y la primera que comenzó con una crisis en salud pública para luego ‘contagiar’ a las finanzas internacionales.
En muchas empresas en nuestro país, además del confinamiento en los casos en los que se podía, se hicieron acuerdos con los empleados para reducciones salariales que permitieran descomprimir los gastos fijos de las empresas y evitar despidos. Era un plan que iba a durar entre dos y tres meses, pero así como seguimos inmersos en la pandemia sin mejoras claras en el control de contagios y muertes, tampoco regresaron los salarios a su monto precovid-19.
“Que bueno que se hicieron estas negociaciones entre patrones y empleados, porque sino se hubieran perdido más de 3 millones de empleos en el país sin estas medidas de reducciones salariales”, me dice Armando Leñero, presidente del Centro de Estudios para el Empleo Formal (CEEF).
El informe “México y la crisis de covid-19 en el mundo del trabajo: respuestas y desafíos”, que la OIT publicó la semana pasada, afirma que “44% del empleo total en México tiene un alto riesgo de verse afectado por la pandemia”. Esto es ni más ni menos que 24 millones de personas en actividad en el país.
Además, el documento agrega que, si bien nuestro país ha tenido por décadas tasas bajas de desocupación, el desempleo este año puede alcanzar a 11% de la población económicamente activa (PEA), que equivale a 6 millones de personas. Como referencia, el año pasado (aún con la desaceleración económica) la tasa de desocupación fue de 3.5%. En los siete meses de pandemia en México se han destruido más empleos formales que los que fueron creados en todo 2019.
En el caso de los empleos informales, si bien fueron los que más cayeron al inicio de la pandemia, comenzó a recuperarse lentamente desde mayo y a la fecha ya casi mantiene el mismo rango que tenían antes de la llegada del coronavirus, es decir, un promedio de 55.1% de los ocupados totales.
Se calcula que, como en la crisis de 2008, la recuperación del total de empleos previos a la debacle tardará unos siete años.
Respecto a los salarios que se cobraban precovid-19, “calculamos que tardarán entre tres y cuatro años en regresar, no solo a lo que se ganaba sino a lo que debió aumentar el salario en ese tiempo por inflación, por ejemplo”, agrega Leñero, “y esta recuperación depende de muchos factores como el crecimiento de la economía nacional, la inversión y sobre todo del fortalecimiento de los ingresos de las pymes”.
Sin duda estos datos deberían servir para repensar la posibilidad de un rescate fiscal más intenso a este sector de la economías que es el mayor generador del empleo del país.
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