La fracturación hidráulica, o fracking, es un método que utilizan empresas especializadas para extraer petróleo y gas natural de yacimientos por medio de la inyección de fluidos a gran presión a fin de “romper” las formaciones geologías que contienen los hidrocarburos. Es un tema polémico tanto por su impacto en el medio ambiente como por el uso intensivo de recursos hidráulicos.
En México, el fracking ha sido un tabú o, por lo menos, un elefante en la habitación donde conviven ambientalistas, funcionarios del sector energético, reguladores y proveedores de servicios.
El hecho es que, a pesar de que el gobierno de todo color (PRI, PAN… ¡Morena!) lo niegan, este método de fracturación es una práctica muy presente en la producción petrolera mexicana.
El tema, en la actual administración de Andrés Manuel López Obrador, ha detonado encontronazos declarativos entre el primer mandatario y su titular de Energía. Por un lado, López Obrador dijo que en su gobierno no habría fracking, pero Rocío Nahle dijo sí, que se continuará utilizando dicho método.
Es que, de hecho, el fracking lleva más de dos décadas de usarse en México, a tal punto que, de acuerdo con la firma de investigación Cartocrítica, desde 1996 uno de cuatro pozos petroleros en nuestro país han sido fracturado hidráulicamente. En casi 8 mil pozos, explica la consultora, se han realizado más de 36 mil fracturas.
A pesar de que el actual gobierno canceló una licitación para extraer petróleo en yacimientos no convencionales, incluyendo los que contienen shale, extraído mediante fracking, en realidad todas las actividades siguen y, ante la necesidad del sector energético de cumplir con las metas petroleras, no habrá más remedio que continuar usándolo.
Además, hay enormes contratos, otorgados a gigantes energéticos como la empresa suiza Weatherford, que informó que en “un proyecto integrado” en México realizó su primer proceso de “facturación no convencional”. El hito, refiere la empresa, permitirá a su cliente exceder sus expectativas de producción.
Weatherford es un viejo conocido de Pemex. En 2009, el gobierno de Felipe Calderón le entregó un contrato de 646 millones de dólares (mdd) para perforar 500 pozos en Chicontepec. La propia multinacional reconoció que en 2012 su relación con Petróleos Mexicanos le generó ingresos por 475 mdd.
En mayo de 2017, Enrique Peña Nieto le entregó más contratos, esta vez por 178 mdd para dar sus servicios de fracking en los siguientes 30 meses.
Y, de acuerdo con la postura de la titular de Energía, las prácticas de esta y otras empresas dedicadas a la fracturación hidráulica continuarán en el país en un contexto en el que el ex presidente Vicente Fox se refirió a tal práctica como “el nuevo Cantarell” por el potencial que tiene México en reservas no convencionales.
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