Simulación

  • El ornitorrinco
  • Bárbara Hoyo

Toluca /

Si en algo estamos de acuerdo los mexicanos es que la simulación es nuestro deporte favorito. Nuestro pan y circo. Nuestro opio. Nuestro deporte de masas. Es posible, incluso, que sea una condición compartida con el resto de la especie humana, aunque, sin duda, hay niveles que nos ponen en los primeros lugares.

El desencanto que tenemos con nuestras instituciones no es obra de la intuición, del escepticismo, del presentimiento ni de las corazonadas: desde que se estableció que México sería un régimen democrático, comenzó el experimento de descentralizar el poder y distribuirlo en diferentes entes políticos. Digamos que se abrió la posibilidad de que no fuera el mismo partido el que controlara el país. ¿La pluralidad siempre es tan caótica? No lo sé, pero me da la impresión que tener un sistema electoral dista mucho de tener un sistema democrático, aunque esa es otra historia.

Hemos sido testigos y cómplices de las malas mañas que han cocinado, cada vez de manera más hábil pero también menos sorprendente, nuestros representantes políticos. El discurso está agotado, quizá tanto como nosotros; su narrativa, descuidada e incoherente, y nos encontramos a años luz del país que de manera articulada y solemne nos informan que tenemos.

Nuestras instituciones públicas –esas que contienen una noción distinta de vida, de códigos de vestimenta, de lenguaje y de tiempo, en donde un año normal son casi tres años burocráticos; o algo así– esconden intereses que ni remotamente son los que establecen en los proyectos donde, casi a modo de burla, nos cuentan que somos su eje central: sí, nosotros, el pópulo.

Tenemos, de frente y por delante (que no es lo mismo), un país inestable, voluble y volátil, reflejo de una sociedad incrédula y menospreciada que se ve obligada a elegir entre su menos peor opción. ¿Por qué? ¿No sería conveniente, acaso, que un candidato, por primera vez, jugara a tomarnos en serio y nos dijera con claridad cuál es nuestro panorama?

¿Existirá alguna persona que aspire a cargos municipales, estatales o federales que no simule? No. De ahí el desencanto. No nos queda otra que simular que creemos que todo va a estar mejor mientras tengamos nuestro pulgar pintado en las próximas elecciones y sigamos pensando que hacemos algo como sociedad civil para alterar el modus operandi de nuestra comunidad política. Basta con simular que, aunque todo está mal, todo está bien.

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