A diez años de su muerte se extraña la presencia de Carlos Monsiváis. Un intelectual intenso que hacía del humor un talento mordaz. Poseedor de una vasta cultura, una memoria privilegiada y sobre todo ingenio para usar de manera cáustica la palabra. En efecto, la palabra era el principal recurso de Monsiváis. Su irreverente sentido del humor desarmaba las estudiadas poses de los políticos, eclesiásticos e intelectuales que siempre quieren salir en la foto como sagaces y correctos. Carlos Monsiváis era un intelectual de izquierda, binomio muy raro y hasta exótico en la actualidad. Su obra es basta, pero pocos reparan en sus profundas raíces protestantes. Tuvo en su infancia una aguda formación evangélica, marcada por un biblicismo intenso que tuvo un impacto extraordinario en su desempeño literario. Cuando Elena Poniatowska le pregunta si se considera religioso, responde: “¿Qué te digo? Ni doctrinaria ni programáticamente religioso, pero en mis vínculos con la idea de justicia social, en mi apreciación de la música y de la literatura, y en mis reacciones ante la intolerancia, supongo que hay un fondo religioso… si lo religioso se extiende y tiene que ver con una visión del mundo, con los deberes sociales, con el sentido de trascendencia, pues sí sería religioso”
Le conocí bien y en diversas entrevistas radiofónicas conversamos a fondo temas de religión. Me sorprendía siempre de su interés y formación. Tenía un embalaje en el tema cercano al de un teólogo. Carlos Monsiváis, reconocía su actitud anticlerical pero no era anticatólico. Se encendía cuando campea de clericalismo que se fincaba en el poder. Cuando el catolicismo pretendía censurar e imponer una moral única a la sociedad. Era un firme defensor del carácter laico del Estado. Rechazaba el vínculo entre el Estado y la religión. “Mi experiencia –expresaba– de las repercusiones de la intolerancia religiosa me hace rechazar tajantemente el uso oficial de la religión. Por ello, me siento orgulloso de haber estudiado en una escuela pública, porque me libré de prejuicios y haber podido afirmar así, en mi formación, ¡el derecho de las minorías!”
Las agudas posturas de Monsiváis se extrañan. La defensa de los derechos de las minorías, el respeto de la diversidad y a la tolerancia; su rechazo a toda forma de discriminación. Carlos Monsiváis fue un intelectual abierto a la trascendencia y a lo sagrado. Al mismo tiempo férreo opositor del uso político represivo de lo religioso en los valores. Es una pena que se conozca poco su legado, plasmado en varios libros, sobre las creencias religiosas.