El triunfo del ultraconservador José Antonio Kast en Chile tiene repercusiones políticas, geopolíticas y religiosas. Kast representa el regreso del pinochetismo en Chile bajo dos consignas: enfrentar la migración creciente y segundo, afrontar la delincuencia organizada que ha causado temor entre la población.
Más de 15 millones de chilenos fueron convocados a votar ayer domingo 14 de diciembre en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Chile entre la candidata del Partido Comunista Jeannette Jara y el líder republicano, el ultraderechista José Antonio Kast.
La estrategia electoral es la misma de la ultraderecha internacional, esto es: crear miedo entre los votantes. Todo está mal y se requieren recetas contundentes para enfrentar el caos. A dicha incursión, los sociólogos la han llamado inspirar el “pánico moral”.
Los discursos en las Iglesias neopentecostales indican que no es sólo una elección, sino una guerra espiritual. En nuestro sistema político mexicano, Jara se habría impuesto con 26.8% de los votos, en la primera vuelta del 16 de noviembre, frente a 23.9% del candidato ultraconservador. Sin embargo el voto de la derecha se fragmentó, por lo que en la segunda vuelta la derecha se volcó a favor de Kast.
Donald Trump debe estar muy satisfecho con el resultado. A un año de su mandato, está transformando los signos ideológicos a la derecha en Latinoamérica. Kast es racista, sexista, misógino, nepotista, homófobo y proveniente de un catolicismo ultraconservador.
En materia de seguridad y combate a la creciente criminalidad de Chile, sus propuestas son crear una policía migratoria al estilo Donald Trump y dice seguirá la estrategia radical aplicada en El Salvador por Nayib Bukele.
En términos religiosos, José Antonio Kast cuenta con la simpatía de un sector significativo de la Iglesia chilena, en la que aún resuena el anticomunismo "Primero soy católico, después soy político" ha declarado el presidente electo. Es adherente del movimiento católico de Schoenstatt en Chile, movimiento mariano alemán, y se desprenden sus posturas conservadoras, como la oposición al aborto, al matrimonio igualitario y “antiderechos” como el feminismo están alineados con sus creencias religiosas.
Según el analista chileno Aníbal Pastor, el gobierno de Kast profundizará las divisiones dentro de la Iglesia, algo que debería preocupar a la jerarquía. Mientras parte del laicado celebraría el giro conservador, otro sector, especialmente en el mundo popular y en las periferias pastorales, vería en este proyecto un retroceso ético y social.
La Iglesia chilena estaría entre el temor y la esperanza.