El resultado electoral del 2 de junio ha venido a sacudir el actual tablero político de México. La alianza PRI-PAN parece fracturarse. Desde diversas trincheras surgen propuestas de facturar nuevos partidos, y especialmente desde los parapetos derechosos hay un particular interés. Debido a dos factores: El PAN ha perdido su talante conservador social cristiano y, segundo, es una tendencia que ha venido ganando fuerza en el mundo. Especialmente en Europa y muy probablemente en Estados Unidos con el nuevo arribo de Donald Trump, representante de la derecha nacionalista cristiana cuyo eje es el supremacismo blanco.
El triunfo electoral de Milei en Argentina es en realidad una victoria para la ultraderecha internacional. Milei está vinculado a la Política de Acción Conservadora (CPAC), cuyo origen remite a la iniciativa de la ultraderecha de sectores del partido republicano de los Estados Unidos y que se remonta a eventos y congresos desde 1974. Una derecha que evoca en nombre de Dios a ser intransigentes en la defensa de una agenda anti-derechos.
En diferentes oportunidades he enfatizado que no debemos poner en el mismo saco a todas las ultraderechas. Hay acentos y diferencia notorias. A nivel global existen marcadas diferencias y acentos, por ejemplo, en Europa los movimientos ultraderechistas ponen el acento en el rechazo a la migración y son portadores de nacionalismo raciales. En Estados Unidos además prevalece un nacionalismo cristiano supremacista pues se consideran la nación elegida por el Dios bíblico para que sea su custodio. En gran parte de los movimientos de ultraderecha prevalecen teologías absolutistas. En Estados Unidos los grupos cristiano-evangélicos subscriben posturas fundamentalistas, mientras en América Latina la prevalencia es católica, las posiciones son pre vaticano II de corte tridentino. Contra el aborto, la diversidad sexual, rechazan los nuevos roles de las mujeres y son críticos a los avances de la ciencia en el bien morir y la reproducción in vitro.
Para mi sorpresa he leído que varios comentaristas aseguran que México está muy lejos de la irrupción política de la ultraderecha. Así lo aseguraban los españoles y Vox dio un gran salto casi de la nada. Incluso en Argentina, hace dos años, nadie firmaría el escenario que vive actualmente el país. En nuestro país desde la guerra cristera la ultraderecha está latente. Cuenta con base social, cientos de organizaciones abiertas y semisecretas están regenteadas por el Yunque. Quieren de vuelta, como en la edad media, que Dios conduzca el destino de la patria. Quizá nos cuesta trabajo reconocerlo.