Vacas esféricas al final del año

Hidalgo /

Mi hija Farah dice que los números sirven para medir lo que ocurre, no para prometer lo que vendrá. Mi hermana Viridiana, en cambio, cree que los años tienen carácter: algunos cierran, otros empujan a empezar. Con esas dos formas de mirar el mundo rondándome, hacía fila para comprar un helado y repasaba el año sin orden.

—Usted resolvió un asunto mío.

No hubo rodeos. Me dijo que su clienta estaba inconforme porque no se había usado la perspectiva de género. El expediente apareció de inmediato. Expliqué que podía revisarse en el juzgado. Nada más. El helado empezó a derretirse y la conversación terminó ahí. La resolución quedó donde estaba. Todo lo demás se movió.

Me sentí juzgada. No por una injusticia, sino por algo más difícil de responder: la expectativa de que ciertos lentes debían estar siempre. Decidí no usarlos en ese caso. No encajaban. Hay miradas que iluminan y otras que, cuando se fuerzan, dejan zonas en sombra.

Sin buscarlo, volví a los números. A los de Farah, que no engañan ni prometen. Ella estudia física y se ríe de las explicaciones fáciles. Me explicó que la ciencia, para pensar, a veces hace trampa: usa modelos imposibles. Vacas esféricas. Sirven para calcular, mientras nadie las confunda con la realidad.

En el derecho pasa algo parecido. Hay decisiones claras y otras que obligan a elegir entre cosas que no encajan bien. Ronald Dworkin imaginó al juez Hércules para pensar esas decisiones difíciles: alguien que se toma en serio todo lo que el derecho ha dicho y busca una respuesta que no sea caprichosa, aunque no deje a todos conformes.

Los jueces reales decidimos en otro mundo. En México somos pocos. El contexto importa. Cuando se exige que las decisiones reales se parezcan a las ideales, el error deja de verse como problema del sistema y se vuelve una falta personal. La justicia se mide entonces por la expectativa imposible de que alguien debió acertar siempre.

Hay una señal que el oficio enseña: cuando una decisión sale demasiado limpia, conviene detenerse. Juzgar no es confirmarse. Decidir suele exigir ir contra algo propio. Cuando eso no ocurre nunca, no siempre es certeza: a veces es reflejo.

El helado se derritió. El año también. La duda no. Ningún modelo alcanza del todo. Ningún lente sirve para todo. Tal vez el año que empieza no venga a tranquilizarnos, sino a recordarnos que decidir trae pérdidas distintas. Y aun así, decidimos. Porque quedarse inmóviles no es una opción.


  • Bertha Orozco
  • Jueza de Distrito en el Estado de Hidalgo
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